Siempre motivé a mis estudiantes a que contaran la historia de personas cercanas; la familia, gente del barrio o de la misma ciudad que transita todos los días, porque si nosotros no escribimos sobre ellos, nadie más lo hará y quedarán borrados de la historia.

Carátula del libro Una historia sencilla de Leila Guerriero
Carátula del libro Una historia sencilla de Leila Guerriero

Cuando comencé a leer a Leila Guerriero o a Martín Caparrós, me di cuenta que se podía narrar sobre cualquier cosa, su lenguaje sencillo, la cotidianidad y esos personajes que hacían de un hecho algo interesante para leer. Entonces comencé a buscar más escritoras que tuvieran esta misma línea en Colombia, para compartirla con mis estudiantes.

No solo motivaba a leer a mis estudiantes las historias escritas por estos dos periodistas: Leila y Martín, también conocieron la narrativa de escritoras como Laura Restrepo, Silvia Galvis o la misma Marvel Moreno, quienes nos narraban desde la ficción la historia de personajes pintorescos que pasaron por su misma época y que nos estaban contando sus decisiones, su manera de pensar y de ver la realidad del país.

Luego la idea era que los estudiantes, buscaran personajes interesantes, historias que fueran dignas de dejar en la memoria de un lector exigente. Para ello, tenían que hacer un trabajo juicioso y audaz.

Esos textos que construyeron mis estudiantes y que lograron subir a una plataforma (que ahora esta olvidada, pero que aún permanece en la nube) en donde visibilizaron el resultado de la reportería, la escucha, la investigación cuidadosa de cada dato que aportaba a su historia, entonces pienso, que sus personajes ya no serán olvidados, están ahí para los lectores perdidos en el ciberespacio.

Varios años después de dejar mis clases en el pasado, me encuentro en la librería más hermosa de Latinoamérica ubicada en buenos Aires, Argentina. Este lugar majestuoso del cual ya he hablado en otros post llamado El Ateneo, me permitió conocer este libro del que les quiero contar cosas hoy. Recuerdo que en los estantes de aquel templo de libros, habían muebles tupidos de títulos y obras con ganas de ser leídos y en un momento sentí el llamado de ‘Una historia sencilla’. Estaba ahí, organizado entre otros, esperándome, cuando lo vi, se me presentó y sin mediar palabras su carátula me exigió ser leído.

Esa conexión fue un anuncio que me indicaría lo que terminó sucediendo: una lectura útil, apasionada que me permitió abordar su contenido y acariciar su literatura en poco menos de una semana.

Quizá hoy no tenga una clase de periodismo para recomendar esta lectura a mis estudiantes, pero no quiero dejar pasar esta oportunidad para motivar a mis lectores a que se animen a leer a Leila Guerriero. Quizá ustedes también establezcan una conexión mágica con sus líneas, con sus páginas.

El libro

Leila Guerriero describe en Una historia sencilla la vida de varios personajes, que su única misión era participar en una competencia de baile folklórico en el Festival Nacional de Malambo de Laborde. El Malambo es un baile tradicional entre los gauchos argentinos.

“Guerriero llegó hasta Laborde con una idea simple: entender por qué esos hombres, hijos de familias humildes, invierten tiempo y dinero entrenándose durante años para obtener un título que resulta, al mismo tiempo, la cúspide y el fin” dice la contra carátula de la edición número nueve de Anagrama.

Ella llega allí, hace su trabajo de campo y la idea cambia después de ver al personaje principal de Una historia Sencilla: Rodolfo González Alcántara. Esta historia escrita cronológicamente, nos narra la vida de este personaje y al final entiendes por qué razón para él era importante competir y porque yo, felizmente perdida en los anaqueles de El Ateneo en Buenos Aires, fui presa de la necesidad de leer una historia sencilla.

Carátula del libro Una historia sencilla de Leila Guerriero edición 9 de Anagrama
Carátula del libro Una historia sencilla de Leila Guerriero edición 9 de Anagrama

¿Cómo construye una historia sencilla?

Leila lee la noticia del festival que se realizará en el 2011 y le llama la atención que los campeones hacen un pacto: “una vez ganan, ya no pueden volver a presentarse en otra competencia. Así, el malambo con el que se coronan es, también, el último de sus vidas”. Llega a la competencia y al ver a Rodolfo González Alcántara, la idea cambia y la historia comienza a tener otro interés para ella.

“Un cronista es por definición, alguien que llega tarde” es una frase de Leila que explica en el siguiente video, pero considero que se puede aplicar cuando Leila sigue al personaje de esta historia en su cotidianidad y regresa para la competencia del 2012. Es decir, que no es necesario contar la noticia de inmediato, se puede volver después de un tiempo para descubrir otras cosas y darle un final más completo al lector.

Este libro no solo me recordó las clases de periodismo que dictaba, sino que también me hizo ver que podemos seguir escribiendo sobre cualquier tema que nos apasione y trabajar porque sea una buena historia y transcienda.

¡Nos estamos leyendo!

*Aquí puedes encontrar la entrevista que le hicieron a Leila en la presentación del libro.

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