Hace poco me encontré con dos amigos, hace más de diez años que no compartíamos los tres la misma mesa. Lo normal en estas situaciones es lograr coincidir con el horario, la fecha y el lugar que quede cómodo para todos. Sé que muchos han intentado esto, con sus excompañeros del colegio, excompañeros de la universidad, de los trabajos por los que han pasado, y la mayoría de veces, es muy complicado, sobre todo cuando el grupo es grande. En esta oportunidad la vida permitió que nos cruzáramos sin que lo planeáramos, por eso, creo que fue más lindo el encuentro. Yo estaba sentada en un café escribiendo, me ubiqué cerca a la ventana para tener más luz, en una pausa vi cruzar a alguien que me parecía conocido, y cuando comprobé que era lo llamé, sin pensarlo. Me saludó, parecía también sorprendido y mientras pedía un café para que me acompañara un rato, le escribí a una amiga que teníamos en común y ella se escapó del trabajo solo para ir a saludarnos. Hace muchos años no nos veíamos. Solíamos almorzar juntos en el trabajo y comenzaron los recuerdos, aunque ninguno habló de ellos.
En dos o tres horas contamos algo de los diez años en que no habíamos tenido contacto y entonces pensé, qué suerte que la memoria no guarda todos los recuerdos, deja solo los más importantes (bonitos y feos). No contamos detalles, casi que enumeramos como un listado chequeado, los hechos que nos han marcado, el nacimiento de un hijo, su ingreso al colegio, risas, los trabajos que se han realizado, decepciones, logros que se han alcanzado (claro, los más importantes, para no ser ególatra) y luego viene el silencio, las miradas que nos recuerdan que ya estamos viejos, que los años si han pasado, vuelven las risas y recordamos la edad, es inevitable no hablar del paso del tiempo en nuestros cuerpos y luego llega la nostalgia, esos lindos momentos que se compartieron.
Este encuentro es como si fuera la primera vez, y es que estoy segura que en todo momento estamos viviendo las cosas por vez primera. Es la primera vez que veo a un amigo pasar por la calle y lo llamo para que me acompañe a tomar un café y es la primera vez que le digo a mi amiga que estamos sentados cerca a su trabajo y que llegue para saludarnos. Parecía extraño que hubiera sucedido así, tan casual, pero así fue.
Las personas que pasan por nuestra vida las recordamos siempre como una primera vez. A veces vives cosas similares, pero nunca es igual y eso marca. Muchas veces vivo el momento con todos los sentidos y sé que no se va a repetir, y eso que esta sucediendo por primera vez, se convierte en una última vez, en una única vez. Por ejemplo, un día le di un regalo a una amiga y mientras ella lo destapaba feliz, yo sentí una tristeza terrible y supe que era la última vez que celebraríamos su cumpleaños. Y así ocurrió. No nos volvimos a ver, ella continúo con su vida y hasta hace muy pocos años, retomamos la comunicación. Cuando sucedió la pandemia viví muchas escenas así. Un día fui a la oficina y saqué todas las cosas porque sabía que trabajaría desde casa, me llevé mis libros y las fotos que decoraban mi oficina, me llevé casi todas mis cosas que hacían el ambiente laboral más amable, ese día que guardé todo en una maleta, algo me dijo que sería la última vez que estaría en ese lugar y meses después me despidieron.
Nací en el 78 y durante todos estos años, recuerdo a cada una de las personas que han pasado por este camino. Tengo en mi cabeza, nítidas muchas historias y otras seguro las recordaré cuando los vuelva a ver. Con todos estos años vividos ya estoy en el momento de añorar cosas bonitas que me pasaron y por supuesto hago parte de la generación que recuerda la música, el cine, los libros de mi adolescencia y adultez. Ver la serie de Netflix La Primera vez, me llenó de mucha nostalgia y aunque esa época no fue la mía, si me hizo pensar en el colegio, mis amigas, las profesoras, lo que me asustaba de mi país, las preguntas que surgían con las decisiones de los mayores. He leído muchos comentarios sobre la serie de personas que conocí, sobre todo en la universidad y estoy de acuerdo con las observaciones que hacen: “es una de las buenas producciones que han realizado en Colombia”, “vale la pena verla porque la historia es bien trabajada”, “el ambiente de la época esta bien logrado”, “la voz en off, me lleva a la manera en como se narraba Los años Maravillosos, es maravillosa”, “las actuaciones son creíbles, cada personaje le da fuerza a la historia”, “me gustó mucho las referencias literarias de Eva”.
Esta serie está dirigida por Mateo Stivelberg y María Gamboa y producida por Dago García y esta primera temporada por supuesto que la recomiendo.
Luego aparece el Zoológico de la Mañana de 88.9 ahora en podcast, esto, si que me trae buenos recuerdos. La música en mi adolescencia fue muy importante y este equipo trae muchos momentos alegres que se convierten, inmediatamente, en nostalgia, añoranza, tal vez. Siempre me gustó la voz de Deisa Rayo, su risa era contagiosa y el respeto y la dulzura en las entrevistas que hacía me encantaba, no me perdía El Metro, allí llevaban invitados que cantaban en vivo como un “desconectado”. La Super Estación 88.9 nació en la radio en 1982, su última transmisión en esa frecuencia fue en el año 2005. Ahora el equipo de ese momento, liderado por Fernando Pava Camelo, hacen dos veces por semana su programa más escuchado en la emisora: El Zoológico de la Mañana, en Podcast es el mismo formato, pero sin censura y con muchos recuerdos de esos años disfrutados por mi generación.
Ahora, todo lo que hable de esa época de crecimiento, de descubrir por primera vez algo, se ha convertido en mi día a día y entonces recuerdo cuando mi mamá me hablaba de su época de juventud y yo la miraba como si me estuviera hablando de siglos atrás, creo que mis hijos ahora pensarán lo mismo de mi.
Siempre estaremos recordando nuestro pasado y sobre todo si vivimos momentos bonitos, los feos, seguramente los tendremos ahí, pero los que disfrutamos nos alegrarán el corazón, así que bienvenidos los reencuentros con amigos y amigas del pasado, ojalá esta época se dedique a eso y por supuesto a continuar acumulando historias como si fuera la primera vez.