A las cinco de la tarde se detuvo el corazón de Max, nuestro peludo, y yo, simplemente no puedo decirle adiós, es difícil despedir a mi mascota.
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Era jueves,18 de julio. Yo estaba subiendo contenido a mis redes sociales y estaba orgullosa del trabajo de edición que había hecho con un Reel. Sonó la puerta y como siempre, Max salió corriendo mientras ladraba. Me levanté de la silla fastidiada. Despaché al individuo que estaba pidiendo plata o comida y acaricié la peluda cabeza de mi compañía. Él se quedó en el garaje, le gustaba mucho ese lugar, ahí espantaba a sus enemigos peludos y a los motociclistas, odiaba el sonido de las motos, lo ponían como loco y comenzaba a ladrar con toda la energía.
Max llegó a casa comenzando el año 2019. Por más de que me negué a que tuviéramos una mascota, el voto de tres contra una, hizo que ganara la democracia y que mis argumentos fueran borrados con “nosotros nos encargamos de todo mami, tú no tendrás que hacer nada”, sabía que esa afirmación era falsa y sin embargo, los ojos tiernos de Max me enamoraron desde el primer día que llegó a casa.
No voy a contarles los innumerables momentos que pasé a su lado y que la familia disfrutó, no, porque los ojos están llenos de lágrimas y no me permite ver las teclas del computador, sé que muchas personas que han pasado por esto, me entenderán; prefiero dejarlas en mi memoria, como un recuerdo.
Eran casi las cinco. Wencitos estaba en una reunión en su trabajo, Seb estaba en el apartamento de Cam, su novia y Thomitas estaba en su habitación. Escuché un golpe en la puerta y pensé que Max se había estrellado con el portón por la emoción de sentir a alguien pasando frente a nuestra casa, luego lo escuché quejarse, un lamento suave, pero hizo que me levantara y fuera a mirar. Supuse que se había golpeado la patica, casi siempre se pegaba ahí cuando se aceleraba al correr y no calculaba bien. Pero no, lo encontré convulsionando, acostado. Me miró con sus ojitos tristes y simplemente dejó de moverse. Llamé a Thomitas, y bajó de inmediato, seguro se asustó por mi voz. Intentó hacer que se despertara de ese sueño, teníamos la esperanza de que reaccionara; pero no lo logró.
Fueron muchas cosas que me hicieron pensar que esto pasaría. Pero yo no quería creerlo. Hace un año se murió Sammy, el gatito de la familia y sufrí mucho por su partida. Supe del dolor que le causó a mi amiga Alejandra la partida de su lindo peludo café. Hace unos meses, me escribió mi amiga Bibiana que a su perrito le había dado un infarto y que estaban desconsolados. Sufrí por ella. Hace algunos meses Felipe, un amigo querido, subió un video a sus redes despidiendo a su amigo peludo y lloré mucho por su pérdida. Y ahora que lo pienso, la lista sigue y sigue. Yo solo pensaba en mi Max, lo abrazaba y le decía que él tenía que ser eterno.
Wencitos había dejado ese día el celular en casa. Afortunadamente yo tenía el contacto de uno de los profes que trabaja con él y con suerte me contesto. Le conté con el llanto a viva voz, lo que había sucedido, salió de la reunión y llegó a casa corriendo. Nos fuimos hasta la veterinaria donde siempre lo atendían, Max odiaba ese lugar, ponía resistencia cada vez que lo llevábamos, seguro presentía que era en ese lugar donde iba a quedar su cuerpo y que su familia, la que tanto lo amaba, lo vería por última vez.
Seb llegó en su bici a la veterinaria. Le conté lo que había pasado, entre sollozos. El veterinario intentó revivirlo, pero su corazón no quiso funcionar más. Wencitos se encargó de todo en el lugar, mientras nosotros nos hacíamos a la idea de que no regresaríamos con Max a casa.
Aquí comenzó un duelo que no ha pasado. Retirar sus cosas, cambiar de lugar los muebles, son actos necesarios pero que no sirven para nada. El dolor pareciera que es más grande con el paso de las horas, de los días. Toda mi rutina me recuerda a Max, él estaba presente en mi vida, en nuestra vida, con cada acción y yo me niego a despedirlo.
Sé que es muy pronto, y que el tiempo ayudará a que este dolor baje. Pero por ahora, escribir es lo único que me da calma. Además, esto que pasó, me hace pensar que en un segundo la vida cambia, esa rutina que tenía, se modifica dolorosamente, que somos instantes, que la vida es un instante, que estar con alguien en la mañana, no te garantiza que en la tarde también lo estarás, que es muy doloroso ver partir a lo que tanto amas, al ser que te hizo tan feliz y que no sé cómo actuar correctamente para salvar la vida de nadie.
Talvez fue muy pronto o quizás fue suficiente, lo cierto, es que desearía que no hubiera pasado.
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