Cómo perderlo todo no es un manual, ni una guía de instrucciones para el fracaso. Nadie quiere fracasar. Y por instinto creemos que “perder” es el fracaso.
Todos tenemos la ilusión, inevitable, de que la decisión que tomamos es la indicada, la correcta, para siempre y por siempre. Pensamos hipotéticamente cuál sería la consecuencia si todo no sale como lo tenemos planeado, pero, muchas veces creemos en la esperanza y esto es lo que nos permite actuar y lanzarnos al vacío. Esto aplica en el trabajo, en el día a día, con las personas de la cotidianidad, pero es más fuerte si hablamos de la relación sentimental, de la pareja.
Conozco parejas que decidieron compartir sus días, consientes de todo lo que esto implica. Y aunque al inicio lo que se evidenciaba era un descubrimiento de mañas, caracteres, gustos y el deseo de que la otra persona se sintiera bien, a pesar de todo. Con el paso de los años se iba construyendo entre los dos una especie de armadura que solo podría ser la costumbre. Pero no podían ocultar que en cualquier momento lo inevitable surgiría.
El profesor Pizarro sabía que si comenzaba una relación con otra persona ocurriría lo inevitable y esto lo comentó pensando en la relación que su hija tenía con su novio y ahora padre de su hija: “Clara… Yo voy a ser tu gran decepción y tú la mía porque vamos a representar allá adentro, acá adentro, a todos los que tienen la soberbia para emprender la tarea de convertir dos vidas en una (…) Creo que iremos creciendo por dentro. Creo que iremos oxidándonos, quemándonos, picándonos por dentro”. Pero la convivencia no siempre es esto; se viven buenos momentos, se aprende a aceptar al otro y el otro acepta tal y como se conocieron y como se han transformado con los años, los días, los meses y los años fueron testigos de la transformación. Por eso duele tanto cuando no funciona, cuando después de un tiempo, todo cambia, y eso que se soportaba antes, ya no se permite, entonces uno de los dos, o los dos, deciden cambiar el estilo de vida y ya no tener rutinas con la misma persona.
Cómo perderlo todo habla de eso. El profesor Pizarro tiene un matrimonio de muchos años y cuando su esposa decide vivir con sus hijas en otro país, él queda solo, con una rutina nueva y conoce a la profesora Verónica, con quien intenta tener una relación para no perder la costumbre, para desdibujar su soledad. “El profesor Horacio Pizarro, que se había pasado las últimas semanas tratando de salvar una historia de amor por fuera de su matrimonio, como pidiéndole a un paréntesis que fuera el texto entero…”
Decidir acabar una relación también es cambiar. Pero muchas personas no están de acuerdo con salir de su zona de confort, prefieren soportar y convivir con la costumbre y la rutina. Pueden existir muchas excusas para argumentar la razón por la que se continúa con la misma pareja durante años, a pesar de que ya no se sienta de la misma forma, a pesar del cambio del otro. Incluso el miedo a la soledad, puede ser una razón poderosa para continuar con esa pareja, porque finalmente ya sabe todo, ya conoce todo, no hay por qué descubrir en alguien más lo que se ha aceptado del otro. “Por qué un solitario como él, que había pasado tanto tiempo de su vida en su cabeza, que había tenido clarísimo desde muy niño que vivir tenía que ver con resolver el misterio de uno mismo, no podía imaginarse soltero. Por qué había pasado de un matrimonio al otro, como quien se muda a su casa definitiva, si es mucho más difícil estar casado que estar solo, si dentro de una pareja no hay treguas ni hay secretos ni ha coartadas que valgan, si ser uno mismo es todavía más duro cuando hay testigos (…)”
Esta novela es una de las mejores que me he leído. Ricardo Silva Romero entrelaza la historia de aproximadamente treinta personajes, todos con relaciones comunes, cotidianas, pero con desenlaces sorpresivos. En 607 páginas el lector descubrirá no solo historias de amor y desamor, también se deleitara con las referencias de películas y música.
Perderlo todo esta bien, te permite volver a intentarlo y hacerlo mejor.