Me acostumbré a cantar en todo momento, sobre todo cuando estoy feliz. Es un hábito que adopté cuando tenía más o menos doce o trece años y me permitió conectar con mis emociones.

Existen pruebas científicas que aseguran que cantar libera endorfinas, serotonina y dopamina, las sustancias químicas que mejoran el estado de ánimo y hacen que tu cuerpo se sienta bien.

Cuando tenía doce años, grababa las canciones que más me gustaban de la emisora, en un casete, luego la escuchaba, estrofa por estrofa y la escribía en un cuaderno, para luego cantarla hasta que me aprendiera completamente la canción. Por supuesto que eso no lo hacía siempre, había canciones que escuchaba muchas veces en el día y no sé cómo me las aprendía tan rápido.

Cantaba, cuando me bañaba, cuando limpiaba mi cuarto, cuando movía los muebles de la casa para que mi papá y mi mamá, encontrará distinto nuestro hogar. Susurraba las canciones que escuchaba en la buseta o en el colectivo que me llevaba al colegio. Cantaba en el carro, mientras viajábamos por las carreteras de Colombia.

Pero en el colegio descubrí, gracias a mis profesores de música, que podía cantar bien. Que no solo era un hobby. Me dijeron que tenía buen oído y que tenía el tono mezzosoprano, porque podía cantar desde el Fa 3 hasta un Si 5. Y yo me lo creí. Así que la clase de música fue una de mis favoritas durante muchos años en el colegio.

Lo que se acercaba a lo profesional, pero no lo fue

Me quedaba en el colegio después de clases para preparar presentaciones de canto en diferentes actividades culturales del colegio. Hice parte de un grupo híbrido, una mezcla de cursos, con compañeras que se fueron convirtiendo en buenas amigas, por todo el tiempo que compartimos juntas. En este grupo cantábamos música andina y aquí conocí las melodías de Silvio Rodríguez, Mercedes Sosa, Víctor Jara, entre otros. Y con ellas estuve en varias presentaciones.

Luego, a alguien se le ocurrió un festival de música, y nos presentábamos en diferentes categorías. Aquí canté con todo mi curso. Recuerdo que hicimos una adaptación de la canción Padre Nuestro de Oki Doki, cambiamos la letra y yo hice un solo que me llenó de emoción. Nos ganamos el primer puesto.

En los ensayos, mis compañeras de curso decían que yo cantaba parecido a Gloria Estefan, por supuesto que no les creí, pero sí debo reconocer, que se me facilitaba imitar tonos de voz de las cantantes.

Hicimos un dúo con Patricia Pulido – para mí, la voz más hermosa de décimo – cantamos: Las cosas que vives de Laura Pausini. Escuchar los aplausos mientras nos abrazábamos después de terminar la canción, fue muy emotivo.

Cantaba en las misas del colegio y estas dejaron de ser aburridas para mi. Disfrutaba escogiendo el repertorio para cada ceremonia los viernes a las siete de la mañana.

Y se terminó el colegio. Con él, se fueron mis momentos de canto.

El canto ahora

Sigo cantando. No como antes. Ya no sé si soy mezzosoprano, soprano o una contralto, creo que no tengo control de las notas, ni pienso en eso. Ahora solo disfruto de las letras de las canciones, de los subes y bajas que hacen los cantantes y copio esos sonidos. Creo que aun tengo buen oído y no desafino tanto.

Pero más que eso, que el tema profesional o teórico que pueda manejarse en el canto, creo que cantar me ayuda a encontrar esa felicidad que a veces la rutina me roba.

Ya no canto en presentaciones, no ensayo para subirme a escenarios, ahora canto para mí, aunque suene horrible, aunque a veces no me acuerde de la letra de las canciones. Por eso amo el karaoke que hago en casa de mis padres, adoro susurrar en el bus, mientras voy a mi trabajo, esa canción que escucho en mis audífonos, o cuando voy manejando el carro y se atraviesa una canción de Carlos Vives, Fonseca o Andrés Cepeda; sonrío cuando veo a alguien en bicicleta o caminando, cantar gritando, sin importar lo que digan o piensen los que los ven.

Cantar es un acto libre y espontáneo que todos hacemos, unos más que otros. Lo importante es disfrutarlo, así no se tenga buena voz, así los años pasen y ese tono maravilloso que te aplaudía tu profesora de música en el colegio, ya no exista.

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