No recuerdo cuál fue la primera carta que recibí, pero si recuerdo las que he escrito. Cuando tenía trece años, escribía en unas hojas aromatizadas que compraba en la papelería de la esquina. Eran dos o tres hojas y traían su propio sobre, decoradas, casi siempre con flores en tonos pastel. Allí escribí varias cartas, a mis amigas, a mi mamá, a mi papá, a mis hermanas. Pero el papel tamaño carta, también era útil y más económico, incluso, me tocó hacer muchas veces el sobre, porque no tenía plata o tiempo (la mayoría de veces) para salir a comprar.
No escribía con frecuencia cartas, lo hacía siempre para ocasiones especiales. Y me demoraba mucho pensando lo que escribiría. Casi siempre, lo hacía en una hoja borrador y luego, intentaba hacer mi mejor letra (nunca lo logré, mi letra es horrible, gracias computadora que apareciste en mi vida para ocultar mi vergüenza) y no equivocarme, para que quedara casi perfecta. A veces le rociaba un poco de perfume de mi mamá o si tenía suerte, del mío y la enviaba. Nunca esperaba respuesta. Intentaba que no se hablara de ese sentimiento que había dejado en el papel.
Cartas de amor, solo las escribí cuando comencé mi relación con el que es mi esposo actualmente. Entre los dos, cruzamos correspondencia, pero no por distancia, era un ejercicio que nos permitía dejar todo lo que pensábamos y sentíamos en un texto, porque a veces las palabras dichas no eran suficientes. Él siempre escribió las mejores cartas, era muy creativo, no solo con las palabras, sino también con la presentación. Amaba, cuando me iba de viaje con mi familia y dejábamos de vernos por algunos días y cuando llegaba, me entregaba todo lo que había escrito durante nuestra ausencia. Siento que este detalle (escribirnos cartas) que solo sabíamos los dos (y ahora ustedes) fortaleció la relación.
En julio de 2022 se estrenó en Netflix, la película La Última Carta de Amor (The Last Letter from Your Lover), y no solo me hizo recordar mi infancia y mi época de juventud, sino que pensé en tantas historias que en el siglo XIX (y antes) se fortalecían por este medio de comunicación. Recuerdo que cuando mi amigo Juan Francisco, se fue a vivir de intercambio a Nueva Orleans, me envío dos cartas y junto a ellas unas fotografías, que aun conservo. Para mi, era una felicidad recibirlas y hacía un ritual para poderlas leer con calma, (las recibía, subía a mi habitación, cerraba la puerta, ponía música y abría el sobre con cuidado de no dañarlo, por último comenzaba la lectura) algunas veces las leía hasta dos o tres veces. Fue muy lindo saber que alguien, estando lejos, pensaba en mi y me escribía contando por lo que estaba pasando.
En la película La Última Carta de Amor, no solo recordé esa alegría que se siente saber que alguien te envía una carta, sino la emoción de escribirla también, de dejar las frases perfectas, incluso, con claves que solo la otra persona conoce. La carta puede pasar por mil manos, pero solo la persona a la que va dirigida, entenderá su significado. Así pasa en la historia de Jennifer Stirling y Anthony O´Hare, quienes se enamoran, a pesar de que ella esta casada con un millonario. Esta historia de amor se basa en cartas que van y regresan, hasta que ya no hay más y quien descubre las cartas es Ellie Haworth, una periodista que por casualidad, muchos años después, las encuentra y se obsesiona con la historia de amor de estos dos personajes, hasta el punto de llegar a buscarlos para lograr resolver lo que sucedió, si lograron estar juntos o si definitivamente cada uno hizo su vida por separado.
La película esta basada en el libro de Jojo Moyes titulado también La última carta de amor, publicado en el 2008 y traducido y publicado en español en el 2019. Esta británica ganó dos veces el premio a mejor novela romántica del año. Y la directora estadounidense de la película fue Augustine Frizzell, el guion fue de Nick Payne y Esta Spalding. El reparto estuvo liderado por: Felicity Jones (Ellie), Shailene Woodley (Jennifer pasado), Diana Kent (Jennifer actualidad), Callum Turner (Anthony pasado) Ben Cross (Anthony presente) y Nabhaan Rizwan (Archivista)
Pocas personas mantienen en este momento las cartas como medio de comunicación. Yo retomé el ejercicio en un curso que hice de escritura creativa en Casa de la Mujer. Sigo escribiendo solo en ocasiones especiales a mis sobrinas porque es tradición que en los retiros espirituales reciban cartas de aliento, a mis hermanas. Recibía muchas cartas de mis hijos cuando eran pequeños, a ellos también les escribo de vez en cuando y con mi esposo, dejamos el papel, para enviarnos de vez en cuando mensajes por medio digital. Ahora tenemos esa otra forma de comunicarnos por palabras escritas, con los mensajes de texto en las redes sociales o los mensajes por correo electrónico. Lo cierto es que existe mucho romanticismo (de mi parte, por supuesto) con las cartas escritas a mano y enviadas por una empresa (cartero) o alguien cercano y confiable.
Por supuesto recibir un mensaje inesperado, lleno de cariño, siempre hará que el corazón se ponga a mil y esa felicidad que te dan esos detalles, no se cambia por nada, no importa si es digital o en físico.