Disfruto conducir el carro con buena música, sabiendo que voy bien de tiempo y que la ruta me la sé. Todo lo contrario a esto me genera estrés, repudio absoluto por las calles de mi ciudad. Cuando se trata de tráfico, mi monstro interior se vuelve evidente. No es que quiera las carreteras para mi sola, acepto la cantidad absurda de carros, buses y motos a mi alrededor, solo si no tengo nada que ver con ellos. Solo, si están cumpliendo las mínimas normas establecidas para que todo funcione medianamente bien. Pero los que conducen o se han subido a un Taxi o un Uber, sabrán que eso es mentira, que en Bogotá, especialmente, existen los idiotas que se creen los más vivos y se saltan todas las normas.
Son tan genios, que creen que tienen la razón, que sus acciones suicidas están aprobadas por no se qué imbécil. Miremos la foto de portada de este escrito. Esta ruta es conocida como “el atajo”, porque se supone que quienes vivimos cerca a la calle 90, nos evitamos el trancón de salida del Minuto de Dios y de la 80, si usamos esta calle. Pero es un desastre de vía. Está en muy malas condiciones, tiene todos los tamaños de huecos, es muy estrecha, como ven, es doble vía, carros, bicicletas y motos bajan hacía la Boyacá y suben las rutas del SITP que van a Suba y alguno que otro carro. Sin embargo, en la mañana, las motos y las bicicletas se apoderan del carril de subida y a la fuerza intentan esquivar el frente de un bus SITP que les dobla en tamaño y peso, esto lo sabe todo el mundo, pero parece que ellos se creen invisibles o todo poderosos y piensan que a ellos no los toca, que todos debemos aceptar su maldito afán y la imprudencia de cerrarnos a los que sí estamos haciendo pacientemente la fila.
Los “vivos y vivas” siguen; esos y esas que creen que porque van en moto o en bicicleta se les permite tomar a gran velocidad esta contravía (en la Transversal 76, única salida del Barrio hacía la 80 para ir al norte) Porque su meta es alcanzar a pasar el semáforo en rojo mientras el trancón. No siempre calculan bien, y se han encontrado de frente con un SITP, rutas de colegio, taxis y carros particulares, que casualmente, en horas de la mañana no pasan tan seguido. Cuando se les hace el reclamo por la infracción y el peligro que este puede causar no me bajan de “sapa”, “vieja metida”, “cállese, qué le importa”, “no ve que voy de afán”, entre otras absurdas justificaciones. Esto sin contar, conque los peatones ahora para cruzar esa calle, tienen que dejar pasar a los y las “abejas” que van en contravía, porque no se les ve la intención de frenar para permitir el paso al que ellos tienen derecho.
La Calle 76 B, esta señalizada desde su comienzo, tiene a lado y lado flechas que indican que solo pueden pasar los carros que entran desde la 90 con Suba, sin embargo, este ha sido un atajo desde hace muchos años para evitarse el trancón que se forma en la calle 76 por el semáforo de la 90. Lo más insólito de esto, es que al llegar al final de la calle 76 B, esta el CAI La Serena y es muy extraña la noche en donde ponen infracciones o hacen devolver a los conductores por infringir la ley. Cruzar esta calle en la noche es muy peligroso, porque a veces pasan muy rápido o quitan las luces del carro, seguro para que no sean detectados y automáticamente tengan el poder de invisibilidad. Como se ve en la foto, a veces hay carros parqueados frente a las casas, lo que impide pasar bien a las personas que conducen en la vía correcta, y otra vez, los conductores se justifican, insultan y hasta mandan el carro, sin importar las consecuencias.
Cuando vi la campaña de tolerancia que está haciendo la Secretaría de Movilidad en las pantallas de los SITP, no sentí que se especificara que es necesario que la gente tolere las normas. Si hay trancón, siga por su carril y espere que ya le tocará el turno de salir, es sencillo, puede ser desesperante, sí, pero es lo correcto. Las reglas están para que se cumplan por el bien de la vida, saltarse eso no es audacia, astucia, machera, verraquera, es estupidez. Cuando una persona que tiene funcionando su cerebro, no cumple esto, es imposible, para los que si cumplimos, no sentir rabia, para nada se puede tolerar esto. El silencio, permitir que sigan sucediendo estas cosas no hace parte de aceptar la campaña de la Secretaría de Movilidad de Bogotá.
Esto que les cuento, no ha pasado un día en el sector donde transito con mi familia, pasa todos los días y nadie hace nada para que esto no siga sucediendo. No hay control del transito, no hay intención por parte de la gente y el silencio de nosotros, los que sí estamos haciendo las cosas bien, me atormenta. Estoy cansada de decirle a la gente que no cometa esas infracciones, pero estoy más aburrida de sus insultos y de que no se den cuenta que lo que hacen nos afecta a todos, empezando por ellos mismos, quienes están arriesgando sus vidas.
Yo no sé si este texto servirá de algo. Aunque les confieso que me siento más liberada (alguna vez, les puse a escribir a mis estudiantes sobre el tema que más los frustrara y salieron textos maravillosos y estoy segura que se liberaron un poco de esa carga de impotencia que generan algunas cosas). No puedo hacer más. No puedo decirle a un policía de tránsito que esté en esos lugares a la hora que es más frecuente la infracción, no puedo estar parada con un cartel recordándole a la gente que esta cometiendo una infracción y que además puede ser peligrosa para la vida de las personas que transitamos allí, pero tampoco puedo ignorar más este hecho, esto que día a día se va convirtiendo en rutina y a la gente ya no se le hace extraño, aunque siga siendo peligroso.
No me siento mejor con esta diatriba, pero por lo menos, dejo en evidencia hechos que no están en mis manos cambiar, esto depende de la educación de la gente, de la empatía y al parecer en hora pico, esto no funciona, ellos y ellas prefieren la contravía.