En clase Diana Socha. Foto: Felipe Rojas Azula

Soraya tiene el reto de trabajar en un colegio, que no solo la aleja de su rutinario caminar, también la enfrenta a temas que únicamente ha leído, escuchado, visto en las noticias y analizado en los grandes libros que leyó en la Universidad. Asume el reto, por demostrar que es valiente, pero sobre todo, porque le apasiona la literatura y conectar eso que parece mágico con la realidad de unos jóvenes a quienes no les han mostrado otras formas de enfrentar la vida.

Esos jóvenes que están acostumbrados a la rutina, a sobrevivir. Esos que como meta, tienen llegar sin falta a su casa vivos y dormir antes que finalice el día, con la idea que la siguiente mañana será igual. Quienes no tienen cómo cumplir sus sueños, aunque traten, la realidad les muestra desde que abren los ojos, hasta que los cierran, que no es fácil, que no es posible. 

Soraya sabe que no solo debe motivarlos a leer autores, que para ellos no son de su interés, su papel va más allá de seguir un programa académico al pie de la letra, programar clase, planear actividades y trabajos para luego calificar. No, su papel es llegar con la excusa de la literatura a demostrarle a estos jóvenes que existe la posibilidad de cumplir sus metas, de soñar y trabajar para que ese sueño se haga realidad, a pesar de todo, a pesar de todos.

Soraya es uno de los personajes de Estrella del Sur, una película dirigida por Gabriel González Rodríguez en 2013. Como ella, existen miles de docentes que no solo piensan en qué van a dictar hoy en su hora de clase, sino que deben acompañar a sus estudiantes a enfrentar la vida, desde el análisis, la crítica y las propuestas, presentarles ejemplos, pero lo más importante de esa misión que se plantean antes de ingresar al salón, es escuchar sus dudas, sus temores, sus formas de ver y sentir. Definir el papel de un docente en nuestro contexto se asemeja a lo que escribió Cortázar en la carta a los maestros: “Doble tarea, pues: la de instruir, educar, y la de dar alas a los anhelos que existen, embrionarios, en toda conciencia naciente”.

Proyecto La Sergio En Debates. Colegio José Joaquín Casas. Foto: Diana Socha.

Sería fácil para el docente solo llevar su cátedra y ya, dejar el conocimiento a quienes quieran aceptarlo y salir del salón sin averiguar si lo que dijo en su hora fue importante para los que quedan en las sillas con miradas perdidas haciendo dibujos en sus cuadernos, o hablando con su compañero de al lado. Pero no, los que estamos conectados con nuestros estudiantes, no nos permitimos solo dictar la clase y ya. Porque sentimos que podemos hacer más, porque podemos motivar a que logren todo aquello que se propongan.

En rincones de Colombia nos encontramos con lugares de difícil acceso y profesores como Soraya, toman la decisión de enfrentarse a horas de camino y escuelas improvisadas donde llegan niños, niñas y jóvenes, que al igual que el profe, deben pasar por mucho para lograr tener educación. El esfuerzo es mutuo y la motivación también es la misma. Se ven sus sonrisas, sus preguntas, sus ganas de conocer más, para luego tener un título y trabajar y así, cambiar su estilo de vida. 

La periodista Katriz Castellanos hace un recorrido por Colombia, junto con el docente. Una travesía que nos evidencia, horas de trayecto, caminos difíciles por pasar, lugares humildes dónde quedarse a dormir para poder cumplirles a sus estudiantes. Sacrifican familia, comodidades y tiempo, por dejar en alto su labor. Muchos los han amenazado de muerte, a algunos los han asesinado, otros denigran su trabajo, los critican o los ignoran, eso sin contar lo mal pago económicamente y sin embargo, sigo pensando que es una de las profesiones más importantes y comparto la frase de Ernesto Sábato cuando asegura que: “Crecí de esa manera, sabiendo algo que hoy parece olvidado. Que una maestra es tan importante como un médico. Más todavía, porque a la maestra la necesitábamos todos los días, y al médico solo nos llevaban cuando teníamos fiebre”. El pago valioso de un docente no es más que sus sonrisas, que lo reconozcan en la calle y lo saluden con cariño, que recuerden una que otra clase, pero sin duda, el más importante, es que cada estudiante logre cumplir sus sueños.

El mensaje que deja Soraya a sus estudiantes es similar a las palabras de Paulo Freire: “No existe la vida sin corrección, sin rectificación. La educación verdadera es praxis, reflexión y acción del hombre y la mujer sobre el mundo para transformarlo”.

El centro de la película no es la labor de Soraya, sino lo que les sucede a sus estudiantes: Antonio, Mónica, Gerson y Wilson. El amor y el miedo que rodea a estos personajes se convierte en canción. Y esa melodía varía dependiendo de las decisiones que ellos van tomando en el transcurso de la historia. Y aunque en el barrio Estrella del sur, todo parece difícil, la estrella también inspira a que estos jóvenes sueñen “en avioncitos de papel hacia el mar”, como dice la banda sonora de la película. Usted descubrirá si entre tanto dolor, finalmente aprendieron de sus errores y lograron cumplir sus sueños.

*Aquí puedes escuchar la canción de El Orden del Beat y ver el trailer de la película.

Canción Amor y miedo

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