Puedo comenzar mi día sin café. Es posible que logre leer una parte de la historia de un libro sin tomarme una taza de café. Cuando llego a casa de mi mamá y mi papá, puedo soportar que no me inviten un delicioso café. Incluso, puedo soportar un día laboral, sin tomarme una gota de café. Todo esto es posible, pero no quiero que pase. Amo tomar café.
Hace más o menos dos o tres años, he realizado recorridos en Bogotá y fuera de ella, en librerías y descubrí que hay varias. Ofrecen un espacio para tomarse un café, leer un libro, escribir o sencillamente conversar. Acompañar la lectura o la escritura con un café, no es solo para las personas apasionadas por esta actividad, sino que también para quienes quieren acompañar un café con una buena compañía.
Estos espacios están ambientados para que el tiempo no pase. Se detiene, en medio de la buena música, los susurros de las charlas amenas, de la lectura de una buena historia y en general, los momentos que se convierten en bonitos recuerdos.
He acompañado mi café con muchos libros, pero este en particular, tenía una conexión con la acción. Antes que se enfrié el café, del escritor Toshikazu Kawaguchi, tiene dos temas que me apasionan, los viajes en el tiempo y un lugar especial dónde tomar café.
Este libro esta escrito como una obra de teatro, lo que se me dificultó un poco comprender la repetición de las reglas en cada momento en el que un comensal decidía hacer el viaje en el tiempo. El lenguaje que usa no es tan común en mis lecturas literarias, pero poco a poco me fui acostumbrando.
Es ameno, y cada historia se resuelve con una frase sencilla: A pesar de que viajes al pasado, no puedes cambiar el presente. Puedes cambiar tu frase o tu reacción en el pasado, pero eso, no alterará el resultado que conoces del presente.
Este libro lo recomiendo, por supuesto, con una taza de café caliente.