Es difícil recordar cómo viví los primeros días de maternidad y mucho más si hablamos de hace más de veinte años. Pero en la historia de Kim Ji-young, ella dijo y pensó cosas que nunca supe cómo expresarlas y al igual que muchas madres, dejé que el tiempo las olvidara.

Carátula Kim Ji-young, nacida en 1982 de Cho Nam-joo

Kim y Diana

Kim cuestiona todo lo que pasa en su casa. Admira a su mamá, pero también juzga algunas actitudes que toma frente su hermano menor. Cuestiona el ingreso a la universidad y el proceso que debe padecer una mujer para lograr tener un primer trabajo después de graduada y finalmente la maternidad.

Nunca cuestioné la maternidad, ni la vida en pareja. Recibí estos dos acontecimientos como lo que debía pasar, lo “normal” y como se ha dado mi historia me siento feliz y afortunada.

Cuando tuve mi primer hijo (2002), acepté que era yo la que debía quedarme con él día y noche, no solo porque era yo quien lo alimentaba, sino porque no lo cuestionamos con mi pareja. No pensé en que el papá podía llevarse al niño a su casa, siento que pudo haber sido una buena idea, después de tener un parto tan difícil.

Kim y su pareja habían decidido no tener hijos por un tiempo, porque sus trabajos tenían un horario complejo, sin embargo, la familia del esposo pensaba que era necesario que Kim quedara en embarazo por su edad y fue así como entre los dos lo hablaron y Kim terminó accediendo por no generar problemas con su familia y con su pareja.

Un mes después de tener a mi hijo, decidimos que continuaría con mis estudios y llevaría a mi hijo a la universidad. Lo entraría a clases, mis profes me ayudarían a alzarlo mientras presentaría parciales, mis compañeros se lo turnarían de brazos para que yo pudiera descansar. Lo dejaría algunas veces, en la oficina del papá dormido mientras yo realizaría trabajos o entr a alguna clase.

Después de tres meses nos fuimos a vivir juntos. Yo estaba en mis últimos semestres, el papá trabajaba y debía entregar su tesis de grado. Yo me hacía cargo de la alimentación de todos, los quehaceres de la casa y por supuesto, del bebé. Era lo correcto.

Kim, después de quedar embarazada, buscó trabajos que le permitieran estar en casa cuando terminaba la jornada escolar de su hija, no importaba que ese empleo no tuviera nada que ver con lo que ella había estudiado.

Después de unos meses, yo iba a clase y corría a ver a mi hijo que lo cuidaba o la tía o mi prima. Me sentía culpable por no estar a su lado todo el día.

Claro, las mujeres pueden trabajar, pero bajo qué condiciones. Por ejemplo, en la familia de Kim, su mamá lo hacía para poder pagar el estudio de su hermano, de esa manera garantizaban que fuera profesional y que con lo que ganara en su trabajo pudiera mantener a la familia.

En el libro escribe Chao Nam-joo, que aunque las mujeres tengan más preparación para el trabajo o el cargo, se lo dan a los hombres, porque ellos no renuncian cuando van a hacer padres, o no piden licencias de maternidad, no tienen que llevar a los hijos al médico, o a las entregas de notas, dan por hecho que esas son tareas de la mamá y no del papá.

Una historia que deben leer

Parece raro todo este tema, con la liberación femenina, con una sociedad moderna, con los avances tecnológicos que nos acompañan. Sentí que la historia de Kim era de otra época, pero no, todos los datos de su historia sucedieron entre 1982 y el 2016, no estamos hablando del siglo pasado.

Es necesario que las mujeres hablen de este tema, no toda la responsabilidad debe caer en la madre, no siempre la que debe sacrificar el cambio en su vida debe ser la mamá, el hombre tiene mucha responsabilidad en la familia y la sociedad se la ha dejado casi toda a la mujer.

Este libro habla de la mujer como hija, como esposa, como madre y como profesional y lo que me queda es esta reflexión: es importante que no se normalice algunas decisiones, lo más sano es hablarlo con la pareja y permitir salir de ese estereotipo que la sociedad ha impuesto al hombre y a la mujer.

Este es mi recomendado número 9 de este año.

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