José Socha y Carmen Hernández de Socha. Orlando 2021. Foto: Diana Socha Hernández.

Hace diez años leí en el perfil de Facebook de un amigo de la juventud que había cambiado su nombre, puso el de y el apellido de su esposa. Me pareció un acto simbólico y el análisis que hice en ese momento, es que fue un acto de equidad de género, sabemos que históricamente, son las mujeres las que se les pone el apellido del esposo como acto de amor y de legalidad, yo desconocía que era también usado por algunos hombres, por ejemplo, celebridades como Jhon Lennon cambió en 1969 su nombre por el de John Ono Lennon, dejando el apellido de su esposa primero que el suyo. Lo mismo sucedió con el esposo de la actriz estadounidense Zoe Saldaña, Marco, quien según la BBC en un artículo publicado en la página web en el 2015, se cambio el apellido por el de su esposa. 

En la página web Pasión por el Derecho, Ylliana Milbella el 1 julio de 2020, escribió un artículo que tituló: “¿El apellido del esposo o seguir con el nombre de soltera?”, y afirma que: “Normalmente, un cambio de nombre requiere de un proceso legal. Sin embargo, en algunas jurisdicciones, cualquier persona que se casa o se divorcia puede cambiar su nombre si lo desea. Tradicionalmente, en los países angloparlantes de occidente, solo las mujeres hacen esto, pero en ocasiones también los hombres cambian sus apellidos al contraer matrimonio”. 

***

Hace algunas semanas, Irene Hernández de Manrique, me contó que después de muchos años, se separó legalmente de su esposo, hace pocos meses; con él llevaba más de tres décadas sin ser pareja. Ella aparece en la cédula y en todos los documentos con el apellido de Carlos, su ex y no lo quiere cambiar, porque sería un trámite muy engorroso. Así como el caso de Irene, hay muchos. Incluso viudas que decidieron dejar el apellido de su esposo en todos los papeles que las representan como ciudadanas.


Familia Socha. Fort Lauderdale 2021. Foto: Sebastian Cortés.

Pero de dónde sale la idea del apellido

Ester Tauroni, explica en “El orden de los apellidos: un machismo que podemos cambiar”, un artículo que publicó en el 2018, el origen de los apellidos en España, que el siglo XV fue el momento de su creación, con el fin de identificar los miembros de una misma familia. Ella asegura que “Se crearon de una forma artificiosa y han perdurado hasta la actualidad. Algunos hicieron una conversión de su nombre de pila (González de Gonzalo o López de Lope), otros utilizaron su oficio (Herrero, Zapatero, Maestro, o Ferrer, Sabater, Mestre o Fuster en otras lenguas), algunos lo crearon según alguna característica física (Rubio, Calvo, Bermejo) y también hubo quienes hicieron una conversión toponímica (Francés, Aragón, Valencia, etc)” 

La historia que cuenta Tauroni sobre permitir que la descendencia familiar cuente con el apellido del padre se impuso en el siglo XIX, pero el código civil de 1889, advierte que el de la madre también se puede usar para sus hijos e hijas. Sabemos que en el año 1999 se contempló la posibilidad de que tanto el padre como la madre, decidan cuál apellido deberá ir primero para el registro de su bebé. Sin embargo, solo hasta el 30 de julio de 2017 esto se hizo realidad en España. Esta decisión jurídica se logra después de muchos años de liderazgo del apellido del padre, cosa que es absolutamente injusta, ya que son las mujeres quienes más cercanía, históricamente, tienen con sus hijos. Por eso coincido con lo que afirma Tauroni: “La prevalencia del apellido paterno ha sido una imposición de la cultura patriarcal que ha considerado a la mujer como objeto reproductor que satisfacía la necesidad de perpetuación masculina, de tener prole. La mujer, anclada en un estatus inferior e infantilizada, ha sido educar para gestar, parir y cuidar, así como para quedar oculta tras la espalda masculina en la oficina registral”, se analiza desde la equidad de género, pero, lo cierto es que en la actualidad, cada vez más mujeres piensan en que sea su decisión y no que sea algo impuesto ni por el hombre, ni por las leyes.

Por tradición, por romance, por querer generar una identidad familiar, porque su apellido de soltera no le gusta y suena mejor el de su esposo, porque es lo que han hecho mis abuelas, tías y mi madre, son algunos de los motivos que aseguran algunas mujeres que acceden a tener el apellido de su pareja después del matrimonio en esta época. A las mujeres que les pregunté, no pensaron en que el esposo tendría el control sobre ellas, o que el apellido de él era más valorado que el de ella, o que si tenía el apellido del hombre sería respetada y reconocida en la sociedad, estos comentarios son algunos análisis que se hacen desde la equidad de género y que seguramente eran pensamientos de las mujeres de anteriores épocas. 

Viviana, la hija de Irene, tiene un letrero hermoso, que pone en las fotos, sobre todo cuando hay reuniones importantes en su casa: Donde los Del Olmo, ese es el apellido de Joselo, su esposo, se casaron hace 11 años. Ella tomó el apellido de su esposo para nombrar su familia. Es la identidad de su casa. Carmen Rosa Hernández de Socha, es mi mamá y tomó el apellido de mi papá cuando se casaron, hace 42 años, para todo el mundo somos la familia Socha. 

En la actualidad es maravilloso que los padres y las madres, ya puedan decidir cuál sería el primer apellido que tendría sus hijos e hijas, y que la mujer pueda decidir si quiere llevar el apellido de su esposo o si el hombre quiere tomar el apellido de su esposa para representar su familia. Porque la historia nos recuerda que todas estas decisiones fueron tomadas por hombres, mientras las mujeres debían acatar la ley sin derecho a decidir y hacer valer su opinión.



También te puede gustar:

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *