Wynwood Walls. Miami Florida. Viaje familiar 2021. Foto: Automática. Diana Socha. |
Hace dos años retomé este blog con el texto 12 en EEUU 2019, allí narraba cómo logramos viajar por diferentes ciudades mi grupo familiar. Después de publicado y de añorar la experiencia, ese mismo año planeamos nuestro segundo viaje a EEUU todos, hasta compramos una alcancía para comenzar a ahorrar y cuando llegó la pandemia, dudamos que se pudiera realizar. Hoy les cuento la crónica de un viaje anunciado.
Como familia precavida, compramos tiquetes en noviembre de 2019, en febrero de 2020, hicimos reserva de casa en Fort Lauderdale y Kissimmee y nos encerraron en marzo, para cuidarnos de un virus que estaba hospitalizando y matando a muchas personas del mundo. Yo tenía fe en que en pocos meses volvería la normalidad y que nuestro viaje se realizaría, pero cuando pasaban los días, se escuchaba la duda en mi familia de si lograríamos viajar para el 2021. Mientras tanto, parte de nuestro sueldo se iba en la alcancía, siempre con la ilusión que podríamos realizar el viaje.
Un día de diciembre, me llamaron de la Universidad para decirme que ya no continuaba trabajando con ellos, que no había un motivo, que me agradecían los años en que aporté a la Institución y que si necesitaba certificaciones que con mucho gusto ellos la tramitaban. Al final, con amabilidad, me dijo la Directora de Gestión Humana, que cuando se cierra una puerta se abre otra y que seguro todo va a estar bien. Y así me despedí de seis años (dos como docente de cátedra y cuatro como docente de planta) dedicados a este lugar que me trajo muchas alegrías, aprendizajes y buenos compañeros y amigos. Entonces a este punto pensé que las cosas estarían más difíciles para que el viaje se realizara, y por primera vez no fui positiva, pensé que ya no viajaría.
El 31 de diciembre no fue igual al de otros años. A mi núcleo familiar le dio COVID-19 y tuvimos que cuidarnos entre todos. Mis papás nos dejaron alimentos en la puerta de la casa, para no ser contagiados y estuvieron pendientes de nosotros todo el tiempo. Fueron 14 días muy difíciles, pero no tuvimos que ir al hospital. Mis amigos del trabajo anterior y amigas de la Universidad, estaban pendientes y sus llamadas y mensajes fueron de gran ayuda. Salimos de esa.
Mi hermana del medio estaba pasando por una situación muy difícil. Las cosas no estaban bien, el negocio de mi papá también tuvo su caída, cerró por varios días y eso afectó no solo la economía, sino su estado de ánimo, bueno, el de todos. Y es que para muchos la pandemia no solo fue el temor de que nos contagiáramos, enfermáramos y muriéramos, sino que fue un periodo de cambios, de desafíos y de muchas lágrimas. A este punto la emoción del viaje disminuía, pero las ganas de ver a mi hermanita menor y de disfrutar de un viaje familiar pudieron más y continuamos con la idea.
La fecha se acercaba y las cosas no mejoraban. Mientras pasaban los meses, escuché que un amigo que vivía en EEUU moría en el hospital a causa del virus. En Bogotá dos de mis tíos se enfermaron y estuvieron hospitalizados muy graves. Varios de la familia y amigos tuvieron el virus, y aunque salieron de él, quedaron secuelas que no se podían ignorar. Otros, enfermaron por otras causas y el miedo a que en el hospital se contagiaran crecía.
La emoción del viaje volvía. Yo conseguí trabajo en febrero y pude continuar aportando para el ahorro. En los medios de comunicación se hablaba de una vacuna que regularía el virus. En la familia teníamos la esperanza de vacunarnos para salir del país tranquilos. Mis papás y mi hermana Nury lo lograron, dos días antes del viaje priorizaron a docentes de universidad, pero yo había tomado la decisión de aprovechar el viaje para vacunarme en EEUU y sacamos cita mi hijo mayor, mi sobrina y yo en una farmacia de Fort Lauderdale al día siguiente de nuestra llegada.
Celebración Grado Ana María y Zamir. Familia 2021. Foto: Automática Diana Socha. |
El viaje
Los papeles que debíamos tener listos eran: registro civil de mi hijo menor, tiquetes, reserva, prueba negativa de COVID, formato de salida del país asegurando que no teníamos el virus y otro formato similar, pero debía ser llenado en inglés. Viajaban muchas personas a Miami, así que las filas parecían eternas. Como siempre, seguimos la recomendación de llegar cuatro horas antes del vuelo y por primera vez se cumplieron al pie de la letra, no tuvimos que esperar a que nos llamaran a abordar.
El vuelo estuvo bien. Llegamos a Miami a la hora programada. Vimos a mi hermanita menor y fuimos por los carros que alquilamos. Esta vez, cada grupo tuvo su carro. Mi papá, mi mamá, mi hermana Nury, mis sobrinas: Camila y Gaby usaron el Jeep color blanco y mis hijos, mi esposo y yo, durante todo el viaje disfrutamos de un Jeep de color rojo. La primera parada era comer algo y luego hacer mercado. Todos construimos un itinerario que fuimos cumpliendo en la medida que se daban las cosas. Justo pasaba por Florida el Huracán Elsa y eso no permitió que disfrutáramos del sol y la playa, incluso, de algunos viajes largos que habíamos programado.
La Industria. Miami Florida. Familia 2021. Foto: Mesera del lugar. |
Después de la vacuna y de ver a mi tío Juan y su esposa Paola. Comenzó ahora sí, nuestro viaje. Mi hermanita menor se gradúo. Celebramos en la casa que teníamos alquilada. Comimos y brindamos por estar en ese lugar y lograr cumplir eso que nos habíamos propuesto dos años antes. Mientras tanto, nos esperaba un día de celebración más. El deseo de cumpleaños de mi sobrina Camila era todo el día en Miami. Como buenos turistas, estábamos preparados para caminar mucho y recorrer algunos lugares que no logramos visitar en el viaje anterior. Así que nos esperaba una parada por La Industria, Wynwood Walls y el Brickell City Center. Fue un día lleno de arte, color, música y mucho sol. Pocas personas usaban tapabocas y nosotros ya vacunados, sentíamos un poco más de tranquilidad, sin embargo, intentábamos usarlos en los lugares cerrados.
Dania Beach. John U. Lloyd Beach State Park. Familia 2021. Foto: Automática Diana Socha. |
Al siguiente día, vimos a mis primas y a mi primo y compartimos un día de playa. Me alegró mucho verlos bien, adaptados a su vida en EEUU. La relación que tenemos con nuestros primos es muy fuerte, nos tenemos mucho cariño, así que, si vamos allá, si o si programamos encontrarnos. Ese día no llovió, pero la playa estaba llena de algas, sin embargo, mientras nuestros hijos disfrutaban del mar y hacían castillos, hablé con mi prima Angie, una mujer dulce, valiente, sus ojos claros brillaban al contarme cómo ha disfrutado al ver crecer a su hijo Liam y lo difícil que fue al comienzo del virus el tema del trabajo. Yo sigo viéndola como mi primita, pero la realidad es que ya es una mujer realizada y que su profesión le permite seguir cumpliendo sus metas, ya no es la niña pequeñita que se quedó en mi cabeza. Noté que aunque la familia en EEUU nos la pintan de independientes, ellos, que llevan varios años viviendo allí, siguen con la unión familiar. Ver a mi tío compartir en la playa con Liam, mi primo Junior con su pareja y la responsabilidad de cuidar dos perritos, mi prima Angélica cuidando a su bebé perruno y la independencia que les genera crecer y construir su vida de adulto, me llenó de orgullo. Esta familia colombiana adaptada de la mejor forma a otro país, siempre me ha generado admiración. Para mi, esa reunión familiar fue uno de los lindos días del viaje.
Después de nuestro día familiar, fuimos a casa a trabajar. Lo bueno que ha tenido todo este tema de la virtualidad es que independientemente del lugar donde nos encontremos, podemos responder con nuestras funciones laborales. Así que revisé algunos trabajos, respondí correos, hice tutorías con algunos estudiantes, mientras llegaba la noche. Mi esposo y mi hermana hicieron lo mismo. Estábamos pendientes de nuestros celulares y llevamos a todos lados el portátil, para cumplir con reuniones y demás responsabilidades, durante todo el viaje en Estados Unidos. Fue agradable trabajar así y afortunadamente ninguno se sintió mal o incómodo, incluso, nos ayudábamos para que se hiciera silencio mientras nos reuníamos virtualmente.
Casino Hard Rock. Familia 2021. Foto: Diana Socha. |
La cita en la noche fue en el Casino de Hard Rock. Vimos los atuendos usados por Rockeros en conciertos y algunas guitarras autografiadas. Es un lugar mágico. Las puertas y los separadores para hacer fila, son guitarras. Hay diferentes tipos de pisos, entre alfombras, baldosas y mármol. Un lugar extravagante y lujoso. Nos encontramos con tiendas de ropa y accesorios, otra que vendía Puros, supongo que cubanos, había otra que vendía helados de alcohol, Zamir, el novio de mi hermana Ana María, compró un litro de helado de Vodka, para todos, estaba delicioso, casi no les dejo. Luego, nos quedamos esperando unos minutos para que nos dieran ingreso al hotel. Pasamos por una piscina y un camino lleno de árboles y flores. Al rededor de un lago nos fuimos ubicando las casi cincuenta personas que logramos ingresar. El cuerpo de una guitarra gigante se iluminaba con cientos de luces que iban cambiando al ritmo de una canción y en el cielo, con luces laser se proyectaba el mástil y la cabeza de la guitarra, como si alguien estuviera tocando la canción. Un espectáculo maravilloso y gratuito que pudimos disfrutar en familia.
El siguiente viaje era a Kissimmee. Así que toda la familia madrugó para poder llegar a tiempo a la nueva casa que teníamos reservada y aprovechar el día para cumplir con responsabilidades laborales. Después de instalarnos y de trabajar, nos acostamos temprano porque nos esperaba un viaje a Key West, forma parte del archipiélago de los Cayos de la Florida, es el punto más austral de Florida y a unos 233 kilómetros se encuentra la parte norte de la bella Cuba. Estaba lloviendo mucho y dudamos en ir, sin embargo, estaba dentro de la programación que habíamos hecho en Bogotá y yo moría de ganas por conocer esa carretera que de un lado y del otro, solo se veía mar, además de lograr entrar a la casa de Hemingway, este escritor que me recuerda el amor por el mar. Tomé el carro y disfruté del paisaje: un arcoíris al frente, el cielo nublado que hacía ver la carretera gris, el olor a mar, buena música y la carretera lisa. En la parte de atrás del carro, todos dormían y yo intentaba seguir despierta en lo que parecía una línea interminable. Cuando llegamos, vimos casas y calles como nuevas, supongo que cada vez que pasa un huracán por este lugar, deben comenzar de cero la construcción y por eso se ven recién pintadas, con tonos pastel. Casas en madera, con las banderas de Estados Unidos en la entrada. Locales donde vendían recuerdos y comida. Llegué a la casa de Hemingway y visitamos un faro gigante. Un lugar hermoso, colonial y tranquilo. Cuando decidimos regresar, mi esposo tomó el volante y nos topamos con una lluvia torrencial, no se veía nada. La lluvia golpeaba todas las ventanas del carro, no se sabía qué había en ninguna dirección, solo el recuerdo que era una carretera lineal. Muy despacio y tratando de ver las luces del carro de adelante, logramos salir de ese susto que duró más o menos quince minutos, pero pareció una hora. Mis hijos estaban emocionados y aunque nos dio miedo, nos reímos, disfrutamos mucho esa experiencia. Esa noche llegamos agotados a trabajar otro tanto. Y al día siguiente, decidimos no salir. Trabajamos y mis hijos y sobrinas disfrutaron un día de piscina.
Kissimmee Florida. Cumpleaños 43. Foto: Automática Jaime Cortés. |
Mi cumpleaños número 43 se celebró como lo teníamos planeado. Soy privilegiada. Cumplo en época de vacaciones y desde pequeña he podido disfrutar muchos de mis cumpleaños en viajes familiares. Al igual que mi sobrina, quería cumplir ciertos caprichos. Decidimos que ese día estaría dedicado a conocer San Agustín, la primera ciudad construida en Estados Unidos, ubicada en la costa noreste de Florida. Mi papá me despertó con una deliciosa mimosa. Luego un lindo desayuno familiar y arrancamos nuestro viaje de más o menos dos horas. En la carretera llovió y pensé que solo me bajaría a ver caer la lluvia, pero no, el clima cambió y aunque no hizo sol, pudimos caminar con tranquilidad el lugar y tomar lindas fotografías. Casas coloniales, un lugar tranquilo y limpio. La atención en cada uno de los lugares que entramos fue muy cordial. Almorzamos en un lugar que parecía un típico bar. La comida estuvo deliciosa. Caminamos al rededor de la muralla y del Castillo de San Marcos, una fortaleza de piedra española del siglo XVIII y vi carruajes que recorrían las calles con turistas románticos, me recordó un poco a Cartagena. Es un lugar en donde dan ganas de quedarse. Me faltó Ana María y Zamir en ese sitio para que fuera completa mi felicidad. De vuelta, nos fuimos las mujeres en el carro blanco y los hombres en el rojo, yo manejé y mi copiloto, Camila, era la encargada de la música y de guiar la ruta. El trayecto estuvo tranquilo. Finalicé mi cumpleaños al rededor de una torta, vino rosado y una hermosa decoración que había hecho Anny y Zamir. Brindé por un año más de vida en compañía de mi linda familia. Llamadas y mensajes de la gente que me quiere hicieron que fuera un día inolvidable.
Disney Springs. Viaje Familia 2021. Foto: Selfie Diana Socha. |