Dos veces he visitado el Jardín Botánico de Bogotá. Queda relativamente cerca a mi casa, pero no le presté atención sino hasta cuando fui a recorrerlo con mis estudiantes en una salida de campo, hace ya varios años. Hicimos el recorrido libre, cada quien caminó por donde quiso, hizo las entrevistas que consideró eran pertinentes para su crónica de lugar y al final nos reunimos para la foto del grupo como evidencia de la visita. Luego, fui con mi hijo Thomas. Estábamos haciendo recorridos por lugares, según yo, interesantes para que él aprendiera. El recorrido lo hicimos siguiendo el mapa y la verdad fue muy divertido. Probamos los frutos que habían en algunos árboles, vimos los rosales muy dañados, por el clima, llovía mucho en esa época, bueno, siempre llueve en Bogotá, pero en esos días estaba muy intenso el tema. Él tomó fotografías sobre las cosas que más llamaban su atención y en general, creo que la visita, fue interesante para los dos.
Este ha sido el único escenario cercano en el que he estado que tenga que ver con jardines. Las plantas nunca fueron mi afición. No tenía intención de vivir en una casa rodeada de plantas y cuidarlas y preocuparme por ellas. Disfruto de ellas, me parece que son hermosas y el lugar que las tiene y las cuida, con toda certeza se ve hermoso. Así que cuando leí El tercer paraíso de Cristian Alarcón, me costó comprender la importancia que tiene para el personaje armar un jardín en su casa de descanso. La investigación que tuvo que hacer para convertirse en un jardinero experto, profesional y así permitir que sus matas, sus flores, no mueran, incluso, antes de finalizar ese proyecto, fue un proceso interesante.
Con la construcción del jardín, el autor decide hilar una historia familiar. Al inicio me costó comprender la estructura narrativa, venía de una lectura completamente diferente y esto chocó un poco conmigo. Pero a medida que iba leyendo, comprendía cada vez más las historias que contaba. Una narración personal, poética, con pequeños fragmentos que van teniendo sentido a mientras se avanza.
La sinopsis de la contra portada dice: “Un escritor cultiva su jardín en las afueras de Buenos Aires. Hasta allí acuden sus recuerdos de la infancia en un pueblo del sur de Chile, las historias de sus ancestras, su abuela, su madre. También el exilio a la Argentina y cómo en ese destierro son las mujeres quienes siembran la huerta, los jardines, la solidaridad, lo colectivo” Tiene un índice que habla mucho de lo que nos vamos a encontrar: primer jardín, segundo jardín, tercer jardín. Y en 295 páginas nos deja claro por qué fue el ganador del premio Alfaguara 2022.
Nunca pensé en tener plantas en mi casa, y ahora el garaje esta lleno de ellas, incluso, de flores artificiales, a mis hijos en dos fiestas de cumpleaños de amigos, les regalaron plantas y las cuidan con mucho esmero, lo más cercano a un jardín, son las flores que compro en la plaza cada mes cuando hacemos el mercado, no creo que tenga un jardín como el protagonista de esta historia, pero sin querer, me voy acercando poco a poco a esta afición.
“Las flores de este paraíso nos dicen a todos que esta tarde somos parte del jardín”