No conocía este lugar. Ni siquiera había escuchado hablar de él. El Saucio es una vereda que queda en el municipio de Chocontá. Algunos lo escriben con tilde y otros sin tilde, yo me quedo sin la tilde. Pero en este texto no voy hablar de la manera correcta en que se escribe, sino del día en que conocí este lugar de Cundinamarca.

Cultivo fresas Saucio

Eran las nueve de una mañana, un sábado nubloso. La cantidad usual de carros en la autopista norte no interrumpía la emoción que sentíamos tres escritoras y tres escritores para comenzar nuestro recorrido al Saucio.

Subieron a la camioneta frente al terminal norte. La música se volvió la protagonista del recorrido. La cumbia, el pacífico y el son cubano, nos fueron acompañando, mientras el movimiento de nuestro cuerpo, hacía lo que podía con el estrecho espacio para bailar.

Pasamos un peaje, luego otro. Vimos árboles, una carretera amigable y el clima mejorado. Cuando vimos la represa del Sisga, dijo Tania: “estamos cerca”.

La ubicación del mapa nos sacaba de la carretera y nos hacía meternos a una carretera angosta y destapada. Seguimos sin cuestionar y mirábamos de un lado a otro. Nos encontramos con casas llenas de flores y frondosos árboles. Hasta que ya no habían sino diminutas casas rodeadas de cultivos de fresas.

Paramos a tomar fotografías y a preguntar en dónde quedaba la plaza central de Saucio. Sin reírse de nosotros, nos dijeron que la única plaza central que ellos conocían era en Chocontá. Luis H, grito desde la ventana: “en donde queda el casco urbano” Nos reímos de la expresión que usó, casi siempre es así. Entonces Tania, se bajó de la camioneta para preguntar más cerca y escuchar mejor. “Estamos buscando la escuela de Saucio” Nos respondieron que estábamos cerca, pero no comprendimos la indicación, así que subimos más hacía la vereda.

Llegamos a una cerca. No había nada más. Así que Giovanni, se bajó y dio indicaciones para poder regresar por el mismo paso, angosto y destapado. Nos despedimos de las tres mujeres y un hombre que recogían fresas y que nos dieron las indicaciones.

En la carretera principal debíamos tomar la derecha y no la izquierda. Así que tomamos la vía correcta. Llegamos a la escuelita y estaba cerrada. Parecía abandonada, aunque en la puerta principal se veían dos motos estacionadas. Nos tomamos una foto y yo salí un poco decepcionada del viaje. Quería entrar, pero no sabíamos cómo.

Caminamos unas cuantas cuadras y llegamos a una tienda, donde vendían además de cerveza, paqueticos, agua, y todo lo típico de una tienda de pueblito, había fresas con crema. Las mejores que he comido en mi vida, y yo sí sé de eso, porque es uno de mis postres preferidos. Un vaso pequeño blanco, lleno de crema deliciosa y unas dulces fresas.

Comimos. Hablamos con don Carlos, el dueño de la tienda. Vimos entrar a una joven que parecía estar ansiosa porque recibirían visitantes, gente que va a conocer la vereda y comprar las fresas, pensé. Esperamos un rato y luego decidimos ir a Chocontá.

En la plaza central buscamos un restaurante típico, estaba más o menos cerca de la plaza central de Chocontá. El Restaurante el Carmen, funciona desde 1941, fue el escogido por el grupo. Platos especiales a $50.000 o almuerzos corrientes a $15.000. Sopa, Seco y una jarra de limonada para el grupo. Aquí nos encontramos con Roberto y Lucy, quienes hacían falta para completar el grupo.

Roberto Rubiano, es escritor y el guía de este grupo de apasionados por las letras. Fue él quien nos motivó a realizar esta salida de grupo. Hizo falta dos escritores más: Miguel y Juan, ellos iban siguiendo el paso a paso de la aventura en WhatsApp.

Después, en una esquina, cerca a la iglesia principal, estaba el café Macondo. Sentí que era una conexión muy linda con este grupo que iba por primera vez a Chocontá. Allí Lucy habló con la vicepresidenta de la Junta de Acción Comunal de Chocontá y logró que nos permitieran entrar a la Escuela de Saucio.

Esa noticia nos emocionó a todos, lo único era que debíamos esperar hasta las dos y media, para poder entrar. Se nos pasó el tiempo hablando en el café Macondo, rodeados de libros, páginas volando adornadas con mariposas, máquinas de escribir y dos sofás grandes, que nos mantenían a gusto.

Se llegó la hora de conocer la Escuela. Cuando llegué a la camioneta, no encontraba las llaves. El equipo se dividió, unos fueron al restaurante y los otros nos fuimos al café. Se había quedado en el sofá donde estaba sentada. Recuperé la calma y salimos todos, entre risas y preocupación a la Escuela de Saucio.

El lugar esta habitado por una familia. Uno de los salones estaba dedicado a la memoria de Orlando Fals Borda. Nos quedamos un rato leyendo el material que tenían, cartas, certificados, recetas, fórmulas de droguería, felicitaciones, notas publicadas en los periódicos y muchas fotografías.

La joven que entró a la tienda cuando comíamos las deliciosas fresas con crema, era la persona que nos abrió la puerta de la Escuela. Reímos, porque ella nos dijo que si hubiéramos preguntado, ella había abierto la puerta desde que llegamos.

Lucy nos tomó la foto del grupo frente a la Escuela. Nos despedimos y cogimos carretera de regreso. Salimos del lugar más o menos a las tres y media y logramos llegar al portal norte a las 7:20 de la noche. En el camino, Camila puso la música para amenizar el momento del trancón. Damian estuvo cómodo por fin, acompañándome como copiloto, después de que Tania amablemente cediera su puesto para que no estuviera “espichado” en la parte de atrás.

La llegada estuvo terrible por el trancón, aunque todos hicieron su mayor esfuerzo para que no fuera tan tenso. Fue una jornada muy entretenida. Hubo solidaridad, compromiso, risas; y seguro tendrá un gran aporte a este grupo de escritoras y escritores.

Damian, Tania, Roberto, Luis H, Camila, Diana, Giovanni. Grupo escritor

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Pueden ver fotos de este encuentro en Instagram @dianasochacuenta

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