El domingo 7 de abril fue la Travesía Neusa 2024. Cuarenta kilómetros (40 km) de recorrido en bicicleta, por paisajes naturales y exigentes. La primera travesía se hizo en el año 2018 con 900 participantes (leer aquí). Este año más de dos mil personas se dieron cita en el Parque del Neusa a las nueve de la mañana cuando dieron la indicación de salir.

Listos para la salida. Más de dos mil personas en la Travesía Neusa 2024. Atrás se ve el embarse y la montaña. Foto Diana Socha Hernández.

Hacía frío. No es raro cuando hablo de madrugar en Bogotá. Salimos a las cinco y media de la mañana. No conocíamos el trayecto y aunque la travesía comenzaba a las 9:00 a.m. siempre es mejor conocer el lugar y hacer el ritual con calma, con tranquilidad.

La carretera estaba bien. Poco a poco nos fuimos acercando y se veía cómo irrumpíamos en un espacio lleno de naturaleza. El verde era el color estrella. Ya se asomaba el sol, un poco tímido. Llegamos al Parque del Neusa, más o menos a las 7:00 a.m. Había mucho movimiento, supongo que rompiendo con lo acostumbrado a esa hora en el Parque. Gente organizando, ya habían dumis puestos, banderines y separadores, esto lo observaba desde la ventana del carro, mientras un joven nos indicaba donde podíamos parquear. Llegaban sin afán los carros y las personas bajaban sus bicicletas y se acomodaban los accesorios propios de este deporte.

Caminamos despacio, disfrutando del aire fresco y de la tranquilidad que da el agua. Preguntamos dónde reclamar el jersey y nos dieron la indicación que justo al lado de la fuente de agua se encontraban algunas mujeres con abrigo verde fosforescente, quienes nos darían las indicaciones para el evento.

Una mujer de cabello largo y liso respondió todas las preguntas que generaba un evento que desconocíamos, era nuestra primera vez. Con una sonrisa y la amabilidad que las debe caracterizar, nos estregó lo siguiente:

  • Jersey
  • Boleta de rifa
  • Boleta para almuerzo
  • Boleta para recreación
  • El número que debía ir en la bicicleta

Tomamos un tinto en el carrito de empanadas que estaba en toda la esquina. Un señor, oriundo de Tausa, era el dueño. Nos contó que el Alcalde le había contado de la travesía y le dijo que por qué no se animaba a participar y que de paso llevara el carro para que vendiera tinto y empanada, “yo monto bicicleta todos los días, subo hasta puaquí. Lo hago por salud, yo no hacía deporte”. Así que le hizo caso y ahí estaba, vendiendo sus dos primeras empanadas y su tinto endulzado con panela, antes de comenzar la travesía.

Muchas personas participantes viven en Tausa y Cogua, municipios de Cundinamarca que hacen parte del Embalse del Neusa. Este lugar tiene 4.600 hectáreas según la página de Colparques divididas así: “3700 de bosque andino, con plantaciones de pino, eucalipto y bosque nativo y un embalse con 900 hectáreas con especies de peces como la trucha arcoíris, el capitán de la sabana y la guapucha”. Además tiene espacios para acampar, cabañas, glamping, restaurantes, baños públicos y parqueadero.

Flor,, árboles y la represa del Neusa. Foto Diana Socha Hernández.

Todo estaba listo. Desde el micrófono, un joven hacía el conteo para que salieran montados en el caballito de acero. Antes, habían dado algunas instrucciones. Eran dos travesías, la larga, más retadora y con un grado de dificultad altísimo y la más corta, que consistía en dar la vuelta a las 300 hectáreas de agua. Después de solicitar a las personas que llegaron tarde que se acomodaran y despejaran la salida, un hombre intentó hacer el calentamiento, movimiento de manos, pies y cabeza, para que el cuerpo no comenzará frío. Algunos no pudieron hacer el ejercicio porque había mucha gente y la incomodidad de las bicicletas juntas, no lo permitía.

Sonó la voz emocionada diciendo “uno” y el dumi se desinfló, impidiendo que salieran los ciclistas con rapidez, entonces, arrancaron suavemente las personas que se motivaron a participar. La calle era angosta, de lado y lado había árboles, flores silvestres y el piso era de tierra blanca, con muchas piedras. Se encontraron con subidas empinadas acompañadas de cráteres que no permitían que se avanzara con rapidez. El clima estuvo perfecto. Viento frío, nubes en el cielo que le daban un color lechoso al ambiente. Cuando se lograba coronar una subida, llegaba una más empinada. Las piernas eran las protagonistas, podía tener una costosa bicicleta, pero si las piernas no respondían, la bicicleta perdía su brillo.

La organización se esmeró por hacer muchas cosas bien, pero fallaron en varias. Por ejemplo, no había señalización en partes del recorrido y quienes no conocían el lugar, se podían perder fácilmente. Aunque dijeron que había acompañamiento, difícilmente se veía una persona de abrigo verde fosforescente durante el recorrido. En la llegada, muchas personas acompañantes de los deportistas, se hacían en toda la meta para lograr tomar la fotografía, impidiendo que los otros ciclistas entraran con comodidad al final del recorrido. Había tres mujeres entregando las medallas, a medida que llegaban, el fotógrafo oficial del evento les tomaba una fotografía, esto formaba un trancón y los ciclistas agotados tuvieron que esperar su turno con paciencia para recibir lo que les correspondía por haber finalizado la travesía.

Jaime en la Travesía Neusa 2024. Al fondo se ve el agua del embalse. Foto: Diana Socha Hernández

Al final, se escuchaban algunos comentarios de los participantes: “Me cerró y me hizo caer” “La gente es muy sucia, nos dieron banano, patilla y agua y la gente tiraba todo en el piso, dejando el paso completamente sucio” “Yo iba bien, con buen ritmo y de pronto una piedra se atraviesa y pum, caigo” “Estaba muy difícil las subidas” “Creo que hice buen tiempo” “El otro año, estaré mejor preparado” Estas voces eran de hombres mayores, adultos, jóvenes, niños y de mujeres jóvenes. Se veían familias en la travesía, parejas, papá e hijo, combo de amigos y amigas; un espacio diverso y sano, un domingo de abril.

Descansamos, acomodados sobre el frío pasto, mirando los patos jugar en el agua. La jornada fue intensa. Esperamos parte de las rifas (bicicletas, cascos, repuestos de llantas, entre otras cosas) mientras almorzábamos y hablábamos de lo que habíamos visto, oído y sentido. Nos subimos al carro. La ciudad estaba retornando, el tráfico estaba difícil por la autopista norte. Llegamos a casa a las 5:20 p.m. casi cumplimos las doce horas para cerrar esta travesía.

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