De lunes a jueves uso los colectivos para ir a Soacha y mi experiencia grita que es muy peligroso y desesperante viajar en este medio de transporte. Aquí te cuento mi mirada desde el interior de este lugar lleno de historias.

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Este transporte es un servicio que han querido sacar de circulación desde hace varios años. Cada año retoman el tema y al igual que los otros años, la Alcaldía de Bogotá, amplio el convenio con estas rutas.

Esta ampliación es un gran beneficio, ya que para mí, es el transporte más rápido y menos costoso para ir a Soacha. Si tomo Transmilenio desde la 80, tendría que hacer transbordo en el sistema y luego bajarme en alguna estación de la Autopista Sur para tomar el colectivo que me deja frente a mi lugar de trabajo.

Los colectivos, o llamados también por los usuarios, microbuses, son viejos, se ven sucios, aunque sean las seis de la mañana (hora en la que tomo el bus en la Boyacá con 80) una creería que temprano encontraría este espacio limpio, pero no. Algunas sillas son incómodas y la tapicerías esta rota y sucia.

El cobro varía, aun no sé muy bien la razón. Supongo que tiene que ver con la cantidad de empresas de transportes que hay en Soacha. A veces pago $2.700 y otras veces $3.000, aunque en una oportunidad también pagué $2.800. Es variado y esto es raro, ya que sé que la tarifa dentro de Bogotá es la misma en todos los servicios de transporte que usamos.

Siempre voy sentada, y puedo leer durante todo el trayecto, cuando el conductor esta calmado, (han sido muy pocos) A veces, hay mucho trancón y el conductor sin medir consecuencias, se sube al separador de carriles y se pasa al espacio que está asignado para los carros. Cuando ocurre eso, deja a los usuarios en peligro de pasar la avenida. Esto no les importa, es muy común que lo hagan, así el usuario se queje.

La alta velocidad, el zig zag entre los carros, la competencia entre los compañeros que van al mismo destino o tienen la ruta similar, hacen que frenen brusco o se crucen y pasen por centímetros a un carro o una moto. Hablan por celular, escuchan audios pegando a su oreja el celular, dejando solo una mano al volante.

En varias oportunidades, nos han dicho que están varados o que el carro le está fallando, que por favor nos pasemos a otro colectivo, y nos toca pasarnos a otro que lleva más pasajeros con la misma cara que nosotros, esa que solo quiere llegar ya a su destino.

En otras oportunidades, cuando voy llegando a casa, no hacen el giro para retomar la ruta, nos dejan debajo del puente de la 80 con Boyacá, justo al frente de un puesto improvisado de empanadas y café. En esa parte, no hay opción peatonal y debemos pasar con cuidado junto a los carros, hasta sentirnos a salvo cuando subimos al anden. Luego caminar hacía el Centro Comercial y tomar el puente peatonal que une el Titán con Makro – mucho más largo el camino por aquí, pero no hay opción.

Los usuarios

Dependiendo del horario encuentro pocos o muchos usuarios en el mismo colectivo que yo tomo. Cómo esta ruta llega hasta el Centro Comercial Titán Plaza, el bus regresa tomando la Boyacá al sur, así que cuando voy a Soacha, casi siempre soy la primera usuaria, cuando voy a casa, soy la última en bajar.

No me fijo mucho en la gente, porque me pongo mis audífonos y me dejo llevar por la música y la historia que voy leyendo. Pero, como escribí unas líneas arriba, a veces, es tanta la adrenalina, que me toca levantar la cabeza y revisar qué sucede. Es ahí cuando veo a mis acompañantes.

A veces se suben promotores de alguna marca y hablan de sus jefes, ríen y se quejan de su trabajo (hablan tan duro que mi música no los interrumpe), también se suben vendedores o gente que pide dinero y con asombro veo que siempre bajan con alguna moneda.

Están los que incomodan y no tienen el mínimo sentido de solidaridad, “el otro” le importa un pepino. Son los que escuchan sus novelas turcas, videos para preparar un pollo gourmet, rancheras, vallenatos, rap, no tienen audífonos y nos obligan a escuchar lo que ellos quieren, o los que hablan durísimo por teléfono y nos enteramos de la tragedia por la que esta pasando un familiar de una amiga suya.

Afortunadamente tengo audífonos y son muy buenos, temo quedar algún día sorda, porque prefiero subir el volumen a escuchar la gente. La verdad, no sé que me molesta más, saber que están ahí con su ruido esto o que yo no tenga la valentía de decirles que me incomodan.

Todo esto se evita si uso otro medio de transporte. Pero por ahora, es lo que hay.

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