Carretera Colombia. Foto por: Diana Socha


Recorrer el país al
que pertenecemos es un reto que pocas personas han hecho. Recuerdo que cuando
estaba en el colegio, nadie hablaba de conocer lugares, había otros intereses
en las clases, por ejemplo, aprender de memoria las capitales y los departamentos;
incluso mi profesora Rosalba, nos hizo aprender el Himno Nacional y pasábamos
una por una a recitar la estrofa que ella nos indicaba. Nunca nos argumentó por
qué razón teníamos que hacerlo, era necesario saberlo para clase de democracia
y pues, ninguna se opuso o preguntó la razón; en esa época no se cuestionaba
mucho a los docentes.

Cuando mi papá
compró carro, comenzamos a conocer palmo a palmo Bogotá y de apoco comenzamos a
salir todos los domingos a un pueblo cercano. Se convirtió en plan de fin de semana,
almorzar fuera de la Capital de Colombia.

Al principio me
pegaba a la ventana con los ojos abiertos, viendo casas sencillas cerca de la
carretera y mucho verde, de vez en cuando veíamos animales y hacíamos bromas
con mis hermanas. Escuchábamos la música que mis papás escogían y nunca me
incomodó.

Todos los viajes
van acompañados por la música. Mis papás llevaban la colección de casetes con
su música favorita: La Fania, Ana Gabriel, Kenny Roger y Carlos Vives (cuando
cantaba las canciones de Escalona) Luego llegaron los CDs y entonces armábamos
el combo con la música que a mis hermanas y a mí nos gustaba, lo único que no
aceptaban era el rock en el carro, así que teníamos que escoger pop y
vallenato, esos los aprobaba mi mamá.

Después, mis paseos
me arrullaban y me llevaban siempre a un profundo sueño, hasta cuando mi papá
decidía parar en algún lugar. Ellos me reclamaban que me estaba perdiendo de un
bello paisaje por estar durmiendo. Yo no entendía cuál era el problema, en la adolescencia
uno no entiende nada.

Llegaron los viajes
en avión y conocí las hermosas playas y lugares similares a Bogotá, pero con un
calorcito acogedor como Cali, Medellín y Manizales, aunque seguíamos
recorriendo sin falta las carreteras de Colombia, así llegamos a las frías
tierras de Boyacá, el calorcito y los atardeceres del llano, y siempre estaba
acompañada de música que ambientaba esos lugares que se convirtieron de a poco
en fotografías y recuerdos que de vez en cuando me siento a ver con mis papás;
recordando anécdotas, risas y a veces recuerdos no tan lindos.

En el colegio los
profesores nos enseñaban el mapa de Colombia y nos pedían que nos ubicáramos.
En clase de música escuchábamos canciones típicas de algunos lugares del país:
llanera, vallenata, carranga, cumbias, bambucos, porros, salsa y nos hacían
aprender canciones que cantábamos en izadas de bandera o en presentaciones
culturales, una de ellas era Lloran los guaduales, una canción que nace
en 1965, según la página Aldea Sur: “El maestro Jorge Villamil Cordovez,
convirtió en porro la letra presentada ese año y fue trascendental en su vida
artística ya que fue un éxito rotundo, siendo un ícono musical colombiano”. La
casa en el aire,
canción escrita por el maestro Escalona en 1952 y después
interpretada por Carlos Vives en la serie Escalona en 1991, dirigida por Sergio
Cabrera y escrita por Bernando Romero Pereiro. Gracias a ese éxito, Vives grabó
dos volúmenes del álbum que llamó: Escalona, lo relata así el diario El Tiempo
el 9 de junio de 1992 en su página web.

Cuando me fui de
casa, eran otras las responsabilidades y pensar en viajar era un lujo que no me
podía dar. Mi papá continuaba viajando con mi mamá, mis abuelos y mis hermanas.
Y entonces entendí lo lindo que es conocer y estar lejos de la rutina. Así que
creció en mí la motivación de conocer muchos lugares con mis hijos y enseñarles
los hermosos paisajes que tiene nuestro país. Mi esposo siempre ha sido mi
cómplice y motivado por el mismo objetivo, comenzamos a planear viajes durante
el año.

Hemos recorrido
pocos lugares en Colombia, nos dedicamos a conocer países alejados de nuestra
Bogotá. Una de las razones es porque debemos aprovechar que aun tenemos buena
salud y podemos caminar grandes distancias, pero la más fuerte, es porque
conociendo esos lugares le damos la posibilidad a nuestros hijos que aprendan
otras culturas, otras maneras de ver la vida. Pero seguimos conectados con los
paisajes que nos ofrece Colombia. El corazón no olvida de donde proviene.

Este año, había
planeado tres viajes, uno a Barú, una isla cercana a Cartagena, que aún no
tengo el privilegio de conocer, un fin de semana en mayo; el otro era para mí
cumpleaños, quería regalarme un lugar lleno de historia, calor y vallenato, una
conexión con mi querido Gabo, Aracataca Magdalena sería mi destino el 2 de
julio; y me había prometido hacer uno sola a Ciudad Perdida, el primer fin de
semana de septiembre, un encuentro con la naturaleza y un reto físico; pero
ninguno de los tres pude cumplirlo.

Concierto IslaMorada. Andrés Cepeda junto a D´Artagan. Foto por: Diana Socha

Debido al encierro
obligatorio que hemos vivido en el mundo por el virus que ha matado a cientos
de personas, no pude escuchar viajando, una canción de Andrés Cepeda, Fonseca y D´Artagan,
que lanzaron el 9 de abril en todas las plataformas digitales, y la escuché en Spotify:
Te Entrego Mi Corazón, una
canción que va acompañada de una campaña para ayudar al personal médico de la
Fundación Cardio Infantil.

Su letra me
trasporta a esos lugares que conocí de niña, me recuerda mi adolescencia y me
conecta con mi adultez. Y esta estrofa me regresó al colegio:

Me enamoré en tus
ojos verdes como mares
De un pueblo viejo con sus pesares
Y así aprendí que a veces lloran los guaduales
Y que una casa se hace en el aire




Los que viajan
conmigo, saben que no puede faltar en el carro: @CarlosVives, @Fonseca y @AndrésCepeda, puedo ir acompañada de otros géneros musicales, pero estos tres
personajes no pueden faltar, porque, aunque ellos no lo sepan, su música me
conecta con mi país, con las costumbres, con los paisajes y sobre todo con el
calor de su gente.

Te entrego mi
corazón
Que al fin se volvió canción, te entrego el alma
Te entrego en versos de amor
La música que me dejaron mis taitas

Porque ellos nos
conectan con historias que pasan en Cartagena, Bogotá, Villavicencio,
Barranquilla, Manizales, Medellín, Valledupar, Guajira, Amazonas y tantos rincones que
con sus estrofas nos recuerdan que viajar es una forma de conocernos, de dejar
huellas y de construir historias, gracias a su música. 

Y la alegría de mi
voz en carnavales
Esas fiestas del sur, los naranjales
Y los joropos que despeinan morichales
El bambuco y su aroma de cafetales

Los viajes y la música serán quienes generen memoria en mi familia.
Una canción siempre nos recordará un viaje. Un viaje, siempre nos recordará una
canción.

Concierto Compadres 22 de octubre 2020. Planetario de Bogotá. Andrés Cepeda junto a Fonseca. Foto captura de pantalla: Diana Socha


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