El cambio que hice hace más de dos años, llegó a su fin. Sin lugar a dudas, ese tiempo me sirvió para comenzar de nuevo. Hoy retomo esa actividad que me prometí dejar por un largo tiempo, y confieso que es difícil ser radical con las cosas que te hacen tan feliz. Claro, retomo siendo diferente, con otra mirada, con otra manera de actuar. Renovada.

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Salón de clase. Computador, llaves, libros, pupitres y maleta.

Comencé como docente en el 2009, cuando Uniminuto virtual me dio la oportunidad de ser tutora virtual en el programa de Administración de empresas, allí dictaba Habilidades comunicativas. Luego mi recorrido por las universidades fue lento y muy enriquecedor.

En todos los lugares donde trabajé como docente, tuve buena relación con los estudiantes. Había en ellos, algo que me recordaba lo bonito que era comenzar algo y ese sentimiento de acogida que fluye cuando alguien confía en ti, cuando te apoyan. La docencia es más que dictar una clase, es sentir que otros pueden lograr más de lo que tú has logrado.

En el 2022 decidí cambiar de actividad, dejar la docencia, por lo menos por un buen tiempo. Fueron muchos los motivos, el principal, quería dedicarme a escribir. Yo sabía que si continuaba con la rutina que había tenido durante todos esos años – en donde fui muy feliz – no iba a lograr cumplir el propósito de publicar una novela que tenía escrita ya bastante tiempo, ni ser constante con el contenido de mi blog.

La creatividad

Durante ese tiempo de pausa en la docencia, visité librerías, bibliotecas, museos, estuve en eventos literarios, escuché a escritoras y escritores en el lanzamiento de sus libros, leí un montón, viajé y allí conocí personas que ahora hacen parte de mis textos, hice varios cursos para mantenerme actualizada, publiqué mi primera novela y seguí escribiendo. Todo esto lo logré gracias al apoyo de mi familia, quienes estaban felices con la decisión que había tomado y esta nueva vida que me estaba dando.

Hubo muchos días en los que el ejercicio de escritura no fluía. Me angustiaba que no me vieran escribiendo. Pero es que quienes escogimos la línea creativa, no podemos esperar que todo sea tan preparado como una clase o como llenar un formato para la renovación del registro calificado. Escribir, pintar, dibujar, diseñar, editar, todo lo que tiene que ver con el uso de la imaginación, tiene otra manera de construcción, no se puede comparar con otras profesiones y actividades.

Sé que muchas escritoras y escritores, son disciplinados, intentan cumplir con un horario de oficina para responder con sus entregables: una columna de opinión en un medio, un artículo para una revista, incluso, avances en sus novelas. Sé también de la exactitud del tiempo que se toman para cumplir con entregas de sus libros para las editoriales. Pero yo lo viví de otra manera.

Cuando comencé a trotar en las mañanas, para que las ideas llegaran a mí, encontré en varias ocasiones a un joven que dejaba su bicicleta a un lado y sentado en el pasto, escribía en un cuaderno. Me llamó la atención dos cosas, que estuviera siempre en el mismo lugar todos los días y que a un joven aún le interesara escribir en cuaderno.

En el curso de actualización que hice sobre crónica en la Universidad de los Andes, me encontraba todos los sábados con Nicolás, un joven becario que le ayudaba con los formatos de asistencia al profe Rafael y al final, fue él quien se encargó de entregarnos los certificados de participación del curso. Todos los sábados se sentaba en el puesto de adelante, frente al profe, ponía sus audífonos grandes negros y se dejaba llevar por la música, o por lo que estuviera escuchando, comenzaba a dibujar en un papel blanco, figuras a lápiz y luego las adornaba con colores con una fina punta. Cada sábado era un dibujo diferente.

El joven escritor y Nicolás, el monitor del curso y dibujante, fueron un ejemplo para pensar:

  1. Los jóvenes siguen siendo un ejemplo para mí. Me siguen motivando.
  2. Puedo disfrutar de diferentes espacios para realizar lo que más me gusta, en este caso, escribir.

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Miguel, un profe que trabajó hace muchos años conmigo en Soacha, me escribió y preguntó que si quería regresar a la Universidad a dictar unas clases. Lo pensé mucho, conversamos en familia y me motivaron tres cosas para regresar, la primera es que siempre voy a ser docente porque amo dictar clases, compartir lo que he aprendido durante estos años, la segunda que me gustaría seguir motivando a varias generaciones a leer, escribir y ser críticos y la tercera, que me tuvieran en cuenta, la experiencia que tuve en esta Universidad en el 2012 fue una de las más bonitas que he vivido como docente y coordinadora, así que el cariño que le tengo al programa es muy fuerte.

Mi respuesta fue sí, a pesar del recorrido que debo hacer para llegar a las clases, a pesar de la situación en la que están muchas universidades, en donde la contratación de docentes cada vez es más compleja y esto implica que deba dictar, en esta oportunidad, siete clases distintas y que la remuneración económica no sea la mejor.

Y no me arrepiento, el lunes inicié y me encontré con jóvenes motivados a aprender, con estudiantes agradecidos con el tiempo que el docente les dedica, con todo lo que les compartimos gracias a nuestra experiencia. Pero realmente soy yo la que esta agradecida, con Miguel, Jenny y Fabio, profes que representan la Universidad, quienes confiaron en mí y ahora me dan la oportunidad de regresar a las aulas, soy yo la que agradece a esta nueva generación que me escucha y les brilla los ojos cuando les explico todo lo que vamos a trabajar en este periodo académico y salen del aula sonrientes.

Y para completar este agradecimiento de mi nuevo comenzar, un estudiante sube en sus redes sociales que una de mis materias será la preferida de este semestre. No necesito más motivación.

Por supuesto, seguiré escribiendo, así que: ¡Nos estamos leyendo!

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