El tiempo nos da instantes. Momentos fugaces que la mente decide guardar o no, dependiendo de la intensidad con la que se han vivido. En la vejez, parece que cada vez son menos los instantes importantes, todo te lleva a cuándo será el día final, y la rutina se convierte en un estilo de vida que, personas como Cipriano, no quiere cambiar. 722453

Muere su esposa y cuando creía que tenía tiempo para hablar con su hija, muere también y se queda con las palabras atragantadas, entre el corazón y la garganta. Pensó en que mañana sería otro día, el día indicado para hablar y hacer que lo perdonara, que perdonara tantos años de silencio, pero ese día nunca llegó, porque él creyó que aun le quedaba mucho tiempo, más a ella que a él, eso era cierto, y Cipriano, otra vez se equivocó.

Cuando leí Lo que no tiene nombre, pensé en el dolor que debe sentir una madre al perder a su hijo, independiente de la condición, creo que no debe ser fácil llevar esta situación. Ahora que leo a Cipriano, me encuentro con un viejo, que creyó que moriría primero que su hija, y jamás imaginó (¿Quién haría tal cosa?) que un accidente se la llevaría. El dolor, la ausencia, lo que no se pudo decir, los besos y abrazos que no se dieron, la soledad, (aun cuando no se veían hace años, él sabía que en cualquier momento podía visitarla, ya no, ya no puede) esa experiencia, como lo dice Piedad Bonnett: No tiene nombre.

La familia a veces es difícil. La convivencia no es un dulce de leche todo el tiempo. Se encuentra puntos de vista, miradas de la realidad, respuestas a acciones, actitudes de aburrimiento, felicidad extrema, todo esto desde el individuo y no desde lo colectivo, porque, finalmente son mundos distintos y que tengan el mismo espacio y cosas en común, no quiere decir que todos pensemos y actuemos de la misma manera. Debe haber un punto de equilibrio y considero que las familias que se aman, lo logran en muchas situaciones.

Pero no tenemos tiempo para pelear. Cada día, es un día menos, y no podemos dejar pasar la vida, pensando en que mañana se puede solucionar algo que no me esta haciendo bien. Se deben tomar medidas. Este fue el aprendizaje de Cipriano, aunque su hija ya no esté, aun quedan cosas por hacer, por mejorar, por ejemplo, la relación con su hermano mayor, con sus nietos, con la gente que aun queda viva. Disfrutar de sus sonrisas, compartir eso que los hace felices y ser parte de la emoción que les da ir a un concierto, de la lectura de un libro y hablar sobre él o escuchar cómo les emociona un video juego.

Esa es la vida, compartir experiencias (por pequeñas que sean) con las personas que más amamos, nuestra familia y nuestros amigos. Y no pensar que mañana será otro día y seguro lo podré arreglar, porque tal vez, ese mañana, no llegue.

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