Setenta años de casados celebran mis abuelos este año. Y cuando uno ve este número, no puede evitar pensar en los años que vivió casad@ o que se encuentra viviendo. Por qué pasa esto, la comparación parece inevitable. Lo cierto es que cada pareja vive su experiencia de un modo diferente. Supongo que algunos cuando leyeron la primera frase de este texto pensaron: “Ah pero es que ellos comenzaron en otra época, donde las cosas eran diferentes, en estos tiempos todo a cambiado” “ah pero es que en la época de ellos, las mujeres soportaban muchas cosas”, “ah, pero es que en esa época, los hombres soportaban muchas cosas” “ah, pero es que ellos se conocieron en el campo, allá las cosas eran diferentes” y así muchos ah, de nuevo, teniendo en cuenta la propia experiencia.
Sí, mis abuelos crecieron en una época distinta a la nuestra, tienen costumbres que aun conservan, pero también se han tenido que adaptar a estos tiempos y por supuesto, debieron cambiar muchas tradiciones. El cambio del campo a la ciudad generó una rutina distinta. Conseguir qué comer era el objetivo principal y para esto mi abuelo debía trabajar en cualquier cosa. Quiero pensar que fue la decisión de mi abuela quedarse en casa y educar a nueve hijos (María Elvia, José, Mariana, María Cleofe, Guillermo, María, Carmen Alicia, María Transito y María Antonia) luego, llegaron los treinta nietos y más de veinte bisnietos. Ahora son sus nueve hijos, quienes con esmero los cuidan y se turnan para no dejar de visitarlos ni un día a la semana en el barrio Candelaria La Nueva, al sur de Bogotá.
Por supuesto este par de viejitos son la admiración de toda la familia, porque convivir durante tantos años, puede sorprender. Ellos no se ven el uno sin el otro. Conocen sus rutinas, son los únicos que saben sus dolores sin necesidad de hablar. Comprenden y respetan sus silencios. Tienen mucho tiempo para estar juntos en la misma casa. En sus horas y sus días, seguro hablaran de sus hijos, nietos, bisnietos, pensarán en pagar los servicios, no olvidar la medicina, la visita al médico y esas preocupaciones que los niños y jóvenes aun no viven.
Precisamente esta historia me recuerda a la película colombiana Candelaria, que pueden ver en Prime Video. Dirigida, producida y escrita por Jhonny Hendrix Hinestroza. Se narra la vida de dos viejos en Cuba, con las mismas preocupaciones que tienen ahora mis abuelos. La importancia de estar juntos y de resignarse a pasar los últimos días en su compañía. La diferencia notoria entre la historia de mis abuelos y la de Candelaria y Víctor Hugo, es que nunca tuvieron hijos (aunque para Candelaria los pollos son considerados sus hijos, pero sabemos que no es lo mismo) Lo que más me llama la atención de la vida de estos dos viejos, es que respetan sus espacios, Candelaria trabaja en un hotel y canta en un bar en las noches, Víctor Hugo vende tabacos y juega beisbol. Disfrutan de su soledad en diferentes escenarios de Cuba, por ejemplo un parque o la orilla del mar. Su casa, es el lugar de encuentro, donde al inicio se evidencia la monotonía que hay en sus vidas, pero que pronto, ellos mismos deciden cambiar. Es una bella película y a mí me recordó que tal vez, algún día estaré con esas preocupaciones que solo tienen los viejos.
La decisión romántica de pasar los últimos días de nuestras vidas con la misma persona que nos ha acompañado décadas, cada vez es menos proyectada, en cambio, pasar los últimos días de nuestras vidas haciendo lo que nos mantiene felices, (si se puede con la persona que nos conoce) eso sí que es un sueño que ojalá todos puedan cumplir.
Mis abuelos pueden tener muchos motivos para continuar juntos después de setenta años, de haber decidido compartir sus días y sus rutinas, lo cierto es que son felices y todas las historias tienen algunas similitudes, pero cada historia, sin duda, es distinta. ¡Feliz aniversario abuelito José y abuelita María Antonia!
Este es el Tráiler para que se antojen de ver la película.