Cuando inicié mi carrera como Comunicadora Social Periodista, no pensé ser docente. El enfoque que me llamaba la atención era el tema social y la universidad que había escogido, cada semestre me motivaba y daba razones para no pensar en otra cosa. Realizar proyectos sociales, trabajar con comunidades en donde los temas de derechos humanos y equidad de género, tenían un interés particular para mi y veía la necesidad de ser trabajados en colegios, con grupos vulnerables en barrios, regiones, ciudades, olvidados por el estado. Así me involucré en un proyecto de investigación en Arborizadora Alta, liderada por uno de los mejores docentes que tuve en la carrera, el doctor César Rocha. Éramos un grupo de estudiantes apasionados por el tema. En muchas ocasiones visitábamos el barrio los domingos, porque era el día donde nos encontrábamos con mujeres cabeza de hogar, ancianos y jóvenes con ganas de hacer cosas interesantes para mejorar la situación de su entorno. Dialogábamos, analizábamos las problemáticas y entre todos construíamos posibles soluciones o salían ideas para que la comunidad se beneficiara del trabajo en equipo. Allí, busqué la oportunidad de trabajar con un colegio y mediante talleres de video escolar, logramos realizar productos audiovisuales sencillos, pero con un contenido maravilloso para la misma comunidad académica. Aquí comenzó, creo yo, todo.
Mi formación se la debo a las clases de Antonio Roveda, eran tan apasionantes, intelectuales y divertidas que hizo, por extraño que pareciera, que amara la teoría de la comunicación. Betty Martínez, llegaba al salón, elegante, con una sonrisa hermosa y con su voz nos embelesaba por dos horas, desde su escritorio, nos contaba experiencias y lecturas sobre la magia de la antropología. María Cristina Asqueta, con ese acento uruguayo, nos conectó con cada autor que proponía en la clase de semiótica. Arturo Rojas, su quiz de actualidad me hacía sufrir, pero la clase de periodismo y de diseño jamás la hubiera dictado nadie mejor que él. Con él, comencé mi motivación por la escritura. Andrés Calderón hizo lo propio con la asignatura de taller de guion, porque fue más allá de una clase práctica, tuve la posibilidad de amar el cine gracias a las películas y su interés por la lectura para comprender mejor el arte. Fernando Gutiérrez, me enseñó a leer el arte, sus clases fueron maravillosas, llenas de creatividad, historia y mucha motivación por lo audiovisual. Fabio Medellín me acercó a la fotografía, el cuarto oscuro, los químicos y la magia que es lograr revelar un rollo de fotografía a color y a blanco y negro, una de las experiencias más lindas que tuve en la carrera y que desafortunadamente (creo yo) muchos de los estudiantes de Comunicación Social y Periodismo actualmente ya no pueden disfrutar. Martha Bernal me “obligó” en su clase de radio a ser reportera y cubrir la fuente de orden público, todos los días a las doce del medio día, debíamos tener una noticia, con mínimo dos fuentes, ya sea pregrabada o en vivo y en directo en la emisora del barrio, aunque no lo crean nos escuchaban casi todos los del barrio, tenía buena audiencia. Yo me moría de los nervios y ahí descubrí que funcionaba mejor como productora en la emisora y no como locutora, con ella, también teníamos un programa de radio que se transmitía todos los sábados de 8:00 a.m. a 9:00 a.m. Tejidos Urbanos, todos los semestres rotaba de personal (estudiantes), pero la esencia del programa era la misma, lo organizábamos en clase, rotábamos funciones y todos debían escucharlo para en clase, hacer la autoevaluación, cosas por mejorar y cosas que salían bien. Gonzalo Charry, me hizo sufrir en su clase de política, debíamos estar actualizados, y tener claras las decisiones que se tomaban desde el gobierno, él decía que yo era muy romántica en mis respuestas, porque yo era positiva, creía que con el trabajo en equipo se podían resolver muchos problemas sociales. Diva Vásquez, era una inspiración, su clase la llamaban análisis del arte y todas las fotografías que nos mostraba, eran tomadas por ella, visitó Europa durante años y se dedicó a tomar las fotos que luego, se veían gigantes en el tablero, gracias al proyector de diapositivas (un aparato que pesaba un montón) mientras ella nos explicaba cada artículo con un detalle admirable. El profe Juan Carlos Pérez, me explicó el ejercicio del periodismo y aunque ese no era mi interés, comencé a tomarle cariño a las historias de la gente y su importancia para la memoria de nuestro país.
Cada profesor aportó desde su experiencia mi interés por la docencia y esto comenzó a tener más fuerza cuando estaba realizando la Especialización en Comunicación Educativa, aquí paralelamente trabajé en un proyecto sobre video escolar con Paulinas Centro de Comunicación Social, en nueve colegios de las localidades de Bogotá. Después de ese proyecto me presenté a una convocatoria para ser tutora de una asignatura llamada habilidades comunicativas para estudiantes de administración de empresas. Debía preparar las actividades y lecturas en una plataforma virtual y todos los sábados nos encontrábamos en la universidad para resolver dudas, yo casi siempre, les tenía preparado un taller para reforzar mejor el tema, ahí se permitía no solo, responder sus preguntas, sino que afianzábamos más los temas. Muchos me decían que se divertían con las clases y que lo más importante, le perdían el miedo a hablar en público. Pasé largas noches leyendo, estudiando temas que podían interesar a mis estudiantes, proponiendo lecturas y películas, largas horas revisando trabajos, haciendo comentarios, sugerencias y corrigiendo ortografía. Aquí tomé la decisión de dedicarme de lleno a la docencia.
Ya llevo más de diez años amando esta profesión y aunque en algunas oportunidades me han asignado materias que no manejo, esto me ha motivado a esforzarme mucho más. Pero si soy sincera, prefiero dictar las clases que me apasionan, porque allí, siento que dejo toda mi experiencia y además me permite conocer mejor a los estudiantes. Las asignaturas de escritura, me hacen mirar de manera individual el progreso, el gusto y el potencial de ellos. Durante este tiempo he tenido grupos maravillosos, pero como docente yo no puedo ver solo el conjunto, es necesario el trabajo individual. Todos saben que la docencia no es solo pararse al frente y hablar sobre un tema, hacer una evaluación, calificar y subir las notas, va más allá, y lo explico un poco en la reseña de la película Estrella del sur aquí en el blog. He aprendido de mis estudiantes y siento que es necesario agradecerles, porque aunque no continúe con la línea que me había propuesto cuando inicié mi carrera, los años y la oportunidad de tener tantos jóvenes en el aula, han hecho que comprenda que esta fue la mejor decisión que pude tomar.
Esta profesión me ha permitido conocer estudiantes brillantes, de los que me siento muy orgullosa. Muchos de ellos, ahora son mis amigos. Y esto se debe, (me atrevo a decir, aun sabiendo que puedo estar equivocada) a que logré conectar con muchos de ellos desde la clase. Para mi, es importante conocerlos, saber un poco de ellos, y la metodología que he manejado con los años, en clase, me ha permitido leerlos, escucharlos, comprenderlos y si ellos me lo permiten guiarlos. Sé que no he sido la mejor docente para muchos, creo que algunos no me recuerdan, pasé por sus vidas como una docente más, incluso, varios pensarán que fui la peor. Creo que esto es normal, yo no recuerdo muchos de mis profesores del colegio, ni de la universidad en pregrado, ni postgrado, pero sí tengo presentes a los que dejaron una huella en mi vida y los recuerdo con nombre y apellido (regresar al primer y segundo párrafo de este texto).
Los docentes reconocemos con el tiempo a los estudiantes, guardamos experiencias que nos marcaron con algunos. Sabemos que hay estudiantes que van a la universidad por tener vida social, por conocer amigos y amigas, por tener una pareja sentimental, por vivir experiencias divertidas, pero también existen los estudiantes que van a aprender, a disfrutar de las clases, de las recomendaciones de sus docentes en películas, series, libros, artículos, páginas web, obras de teatro, conciertos, entre otras, que van a demostrar que son brillantes y dejan huella para que los tengan en cuenta para un futuro laboral, para hacer contactos o incluso, para generar ideas de emprendimiento y grupos de trabajo. Todos llegan con la meta de la graduación. Algunos lo logran cumpliendo con los requisitos, pero otros, dejan huella y a ellos es a los que me refiero cuando digo que me hacen sentir orgullosa.
Gracias a todos los estudiantes que han pasado por mi aula. A todos los recuerdo con mucho cariño.