Mi niñez fue muy divertida, o por lo menos eso me susurran los recuerdos que aún permanecen en mi memoria. Tengo algunas imágenes en donde me veía reír y me sentía segura de mí misma. Hasta el
día de hoy, creo que se lo debo a la educación que recibí de mi mamá y por supuesto a mi hermana del medio, Nury siempre fue tan alegre y tenía esa chispa que hacía que todos conectáramos con ella.  

Les cuento que desde pequeñas hemos compartido juntas el mismo colegio y por supuesto los mismos amigos y amigas. Ella me los presentaba y salíamos todos a jugar, como lo hacen todas las niñas de diez a doce años: yermis, escondidas, rejo quemado, golosa o practicábamos algún deporte, el más común era baloncesto, aunque a Nury le gustaba mucho patinar. No recuerdo fijarnos en la ropa que usábamos, pero si tengo presente un día en que mi mamá le pidió a Nury que se pusiera un pantalón, ese día detecté que mi hermana del medio, siempre usaba faldas o pantalones cortos. Yo siempre he sufrido de frío, incluso mi familia me decía que yo parecía “calentana” o de tierra caliente, porque era ahí donde me
sentía feliz, el frío siempre me ha dado mal genio, por eso mi ropa en Bogotá, eran pantalones y busos de lana. Mi hermana usaba los busos de lana, pero siempre tenía las piernas descubiertas. 

Pero mi mamá y todas las mamás de nuestras amigas, ya no se preocupaban tanto por el frío, porque sabían que siempre estábamos activas, jugando, corriendo o en movimiento, estaban preocupadas por dos cosas, la primera, porque nos viéramos bonitas, bien arregladas y la segunda porque a esa edad comenzaban a mirarnos los hombres, tanto jóvenes como adultos. Esto por supuesto lo descubrimos con el tiempo, incluso con algunos comentarios “inocentes”- No muestres tanto las piernas – Y si mejor usas un pantalón en vez del vestido – No me gusta que te quedes sola con … – No puedes ir sola, tienes que ir con tu hermana – Te ves más linda con ese pantalón – Con ese buso te ves gorda, ya no lo uses más -Ese
color no te luce.

Sin darnos cuenta, nuestras mamás nos estaban cuidando del peligro que rodea a una mujer. Esto nunca lo escuchamos de manera directa, sino que, con los años, fuimos descubriendo que esos comentarios eran porque no querían que nos hicieran daño. 

Comencemos con la primera: Vernos bonitas 

Para muchas mamás era importante que sus hijas fueran bonitas, de lo contrario sufrirían toda su vida. La ropa tiene un papel fundamental para esto, no interesa si te sientes cómoda con lo que te pones, si el color te gusta o si el material te va a durar por muchos años, o si es fácil de lavar, lo que interesa aquí es que te veas linda. Y la belleza nos la han presentado a través de los años como una manera en común de aceptar el placer sensorial, intelectual o espiritual de algo que vemos y que dependiendo de la cultura y del entorno donde crecimos es generalizada. Sin embargo, somos conscientes que algo que me puede parecer hermoso, a mi hermana no necesariamente le debe ocurrir igual, aunque estemos educadas
por la misma mamá y compartamos el mismo entorno.

Pero cuando son los medios de comunicación quienes nos cuentan que unas personas decidieron qué mujer es la más bella del mundo o del universo, o cuando una marca de ropa nos dice cómo debemos vernos gracias a su modelo estrella, o cuando en una película nos hacen creer que como es esa actriz, así deberíamos vernos todas las mujeres para ser exitosas.

Con ejemplos concretos nos presentan la belleza de la mujer: delgadas, con facciones finas, uñas arregladas, cuerpo depilado, entre otras, si no cumples con esos estándares tu mamá tiene que lograr que por lo menos uses la ropa adecuada, maquillaje perfecto, peinado indicado para que solucione parte de esas imperfecciones que la naturaleza te dio. 

El libro El Prestigio de la Belleza de Piedad Bonnett, arranca con lo que intento escribir: “La niña de la foto es realmente fea. Debajo de la enorme capota se ve una carita grumosa de enormes cachetes y diminutos ojos de zarigüeya. Sobre el labio superior, como un oprobio, la huella mínima, pero inocultable, del dedo torpe del dios que sopló sobre el barro aun fresco para darle la vida” aquí hace referencia al nacimiento de una primogénita y se esperaba que la belleza le ayudará a triunfar en la vida, sin embargo, al ver que no era lo que esperaba, la madre tuvo que usar otros medios para que su hija se destacara en la vida:
trabajaría su inteligencia.   

Si bien, eso ha cambiado con los años. Las generaciones de mujeres se han dado cuenta que estigmatizar a una bebé, niña, joven o mujer adulta con la categoría de Bella o Fea, hace daño y esto nos ha permitido cambiar muchas cosas en la educación, sin embargo, aún sigue sucediendo, no con la misma intensidad de los siglos pasados, pero no podemos negar que aún pasa en nuestra cotidianidad. Es fácil juzgar la
apariencia de una mujer y calificarla a partir de eso. No es raro escuchar diálogos “inocentes” entre amigos o amigas como:  

– Bueno, pero ¿Cómo es ella?

– Es muy buena persona 

– Entonces es fea

Estamos tan pendientes de este tema que incluso las redes sociales que usan fotografía o video, tienen
opciones de filtros para que se resalte la belleza de quienes las usan. Y es que, a pesar de los años, el prototipo de mujer bella sigue siendo el mismo: mujer delgada, con cara maquillada y con ropa que la hace resaltar su figura, el cabello brillante y bien cepillado. Entonces quienes no cumplimos con este tipo
de mujer, simplemente salimos a la fila de las feas. Y esto ha generado que muchas mujeres se sientan rechazadas, no solo con su familia y amigos, sino incluso en el trabajo. Algunas han preferido operarse y hacer jornadas agotadoras en el gimnasio para poder encajar, incluso comen poco, exponiendo su salud solo para poder ser aceptadas en su círculo social.

En el texto escrito por Nahum Montagud Rubio en la página web psicología y mente, habla sobre un término que es muy común actualmente, se trata de La violencia estética y afirma que: se puede entender como la presión social para cumplir un determinado prototipo estético a toda costa, incluso cuando alcanzarlo supone algún riesgo para la salud mental y física de la persona” asegura además que es más usual en mujeres y que “este es un novedoso concepto, pero ha sido históricamente aplicado. No ha habido época en la historia en la que no se haya ejercicio violencia estética de una u otra forma. Los imaginarios de belleza han sido muchos en la historia occidental, representados en la venus greco romanas, las madonnas medievales, las venus renacentistas, las mujeres voluptuosas del barroco” Y aunque son distintas las mujeres que representaban la belleza que se debía seguir, el foco de la idea de belleza femenina era generalizada: mujer joven, blanca y delgada.

Es así, como ahora estar delgada y bien vestida nos hace sentir hermosas, seguras. Se escuchan o se leen
frases como: “Ahora nos arreglamos para nosotras no para los demás”.  “Es necesario el sacrificio, la disciplina y constancia para cumplir tu meta de verte y sentirte bella”. “No hay mujer fea sino mal arreglada” o “No hay mujer fea sino pobre”. Y sin darnos cuenta, estamos siguiendo el prototipo de mujer que nos están vendiendo en la publicidad y en los medios de comunicación.

Subimos a nuestras redes nuestro avance y nuestra disciplina para que los otros las aprueben, o comentamos en las fotografías de mujeres que eran gordas y ahora son delgadas “si se puede, ella es un ejemplo para mí”. Entonces, ¿es mentira que todo lo hacemos por nosotras?, ¿por qué siempre estamos esperando la aprobación de los demás? Claro, me dirá alguien que: “yo lo subo para motivar a las demás,
para que vean que si se puede cambiar” y ¿por qué razón pretender que todas cambiemos y hagamos lo que ustedes hacen para continuar cumpliendo con el tipo de belleza que nos han vendido?

Entonces siguiendo esta línea de imposición, si convenzo a mis lectores que pongamos de moda, que todos los seres humanos somos hermosos, ¿Qué pasaría si consideramos que todas las personas son lindas, son bellas, independientemente de la ropa o de su cuerpo? ¿Qué pasa si olvidamos por un momento el estereotipo de belleza que nos han enseñado desde los siglos pasados hasta el nuestro y pensamos que todos podemos ser hermosos como somos, con lo que tenemos? ¿Estaríamos arruinándole la vida a alguien por imponer esta idea? ¿Estaríamos cometiendo también un error? ¿Sería peligroso pensar en que una modelo de cualquier marca de ropa es hermosa, igual que la señora que nos encontramos cruzando la calle para ir por el pan?

Segundo: Los hombres nos comienzan a mirar

Esto tiene que ver mucho con lo anterior y es que nuestras mamás pretendían cuidarnos para que no dejáramos a la vista algunas partes de nuestro cuerpo para que no fuéramos miradas o deseadas, porque seguramente esto haría que los hombres se nos acercaran y nos hicieran daño. Aunque no lo decían de esa manera tan explicita, usaban otro tipo de comentarios. Y aun es increíble escuchar frases como: “Es que ella llevaba una minifalda que no le cubría nada”, “Ya ni siquiera dejan nada en la imaginación”, “Qué esperaban si ella siempre se viste mostrando todo”, “Terrible esa ropa de esa niña, parece que no tuviera mamá”, entre otras más crueles. Y es que con el patriarcado le hemos dejado la responsabilidad a las mujeres de cuidarnos para no ser violentadas, cuando esto no debería ser responsabilidad de las madres, ni de las mujeres, lo correcto sería que no nos violentaran, así de simple.

No nos vestimos para gustarle a otra persona, diferente a nosotras mismas. Cuántas no nos hemos mirado al espejo y vemos que la ropa que usamos no nos hace sentir bien, no nos sentimos a gusto, lo
indicado es cambiar de ropa y sentirnos maravillosas con lo que tenemos puesto, sin pensar en qué pensarán las personas que nos van a ver.

Aplaudo las mujeres y los hombres que están trabajando por hacer un cambio en este modo de pensar. No es fácil y por supuesto es un trabajo que hay que hacer todos los días, porque desde varias generaciones nos han hecho pensar mal, han minimizado a las mujeres y debo aceptar que muchas de las frases que escribí en este artículo, las he dicho y me da vergüenza, porque con ello he logrado que siga siendo normal la violencia estética. 

Tenemos mucho por aprender y mucho por replantearnos, para que no nos sigamos haciendo daño. Invito a que hagamos un ambiente sano a nuestras niñas, a recordarles que son hermosas, valiosas, inteligentes, recordemos la frase de la película Criadas y Señoras: “Tú eres buena, tú eres lista, tú eres importante” o la frase que le dijo el actor Dwayne Johnson (La Roca) a su hija en Instagram: “¿Puedes
decir: “¿Soy una chica linda, soy una niña increíble, soy una niña lista y puedo hacer cualquier cosa?”  Que cuando crezcan no tengan inseguridades ni sientan que son menos que las demás, solo porque no se sienten bonitas. 

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