Esta crónica de viaje, comienza con la idea de aventurarme a descubrir lugares, pero más que eso, a reconocerme en otros escenarios y con otras personas. Si quieren, pueden llamarlo un viaje espiritual que finalmente se convierte en rutinas que se hacen en otros escenarios, con sensaciones distintas.

El viaje comenzó del Aeropuerto Internacional El Dorado de Bogotá, hasta el Aeropuerto Internacional Simón Bolívar de Santa Marta. Mi acompañante en esta aventura fue Carmen, una mujer acostumbrada a este tipo de aventuras, ha recorrido parte de Colombia y del mundo sola o con una que otra amiga, en esta oportunidad el turno era conmigo, ella fue la directa responsable de la logística y de que esta aventura saliera bien.

Pasamos una noche en Santa Marta en un hotel muy lindo cerca al Centro histórico. Llegamos en la tarde, así que hicimos un recorrido por los alrededores y almorzamos en un restaurante recomendado por la joven de la recepción del hotel. Preguntamos en una caseta de turismo si nos podían llevar al día siguiente a Mompox. Nos aseguraron que no era muy frecuente que los turistas pidieran ir hasta allí y que por eso el transporte no era fácil, sin embargo, ellos se ofrecieron a llevarnos por $190.000 cada una, por supuesto no aceptamos y nos fuimos hasta el terminal de transportes para preguntar cuánto nos costaba desde allí el viaje. Nos dijeron que solo Copetran nos podía dejar en Mompox, pero que no había un viaje directo ese día, podíamos ir hasta el Banco Magdalena y en el terminal comprar el pasaje para ir hasta Mompox. Compramos los pasajes a $35.000 cada una y salíamos a las 9:00 a.m. Nos daba tiempo para desayunar y salir a nuestra aventura.

La carretera tiene unos paisajes maravillosos. Carmen y yo hablamos todo el camino, compramos palitos de queso y nuestra botella de agua llena fue lo que calmó el hambre mientras llegábamos al Banco a almorzar. Llegamos a una carretera llena de polvo, un sol brillante nos saludó y la venta de jugo de corozo que con su atractivo color y los hielos flotando nos llamaba a gritos para que lo probáramos. En la cabina de Copetran nos dijeron que hasta las cuatro de la tarde llegaba el próximo bus que iba directo a Mompox, nosotras no queríamos perder un día, no nos gustaba la idea de llegar directo a dormir, queríamos caminar y conocer lo que más se pudiera, entonces preguntamos qué otra opción nos daban, y nos recomendaron salir frente al terminal, allí habían carros que nos podían llevar, era más costoso, pero podríamos llegar a tiempo. El señor que aceptó llevarnos dijo que tenía que esperar a ver quién más quería ir hasta allí, porque por gasolina y recorrido no le era rentable llevarnos solo a nosotras, así que nos quedamos esperando a que llegara alguien que quisiera ir cerca o que necesitara llegar a Mompox. Carmen se fue a comprar un jugo y se quedó hablando con el señor dueño del carro, después de un largo tiempo, Carmen me dijo que el señor se iba a entregar un paquete y que ya volvía y yo sentí que ya no podíamos irnos temprano, no había más opción que esperar al bus de Copetran. Pero llegó un señor en su moto-carro y nos ofreció llevarnos inmediatamente por $30.000 cada una. Me pareció un medio de transporte inestable y hasta peligroso, pero mi modo aventura y las ganas de llegar pronto, salieron a flote y le dije a Carmen que nos fuéramos con él.

Mototaxi, transporte que nos llevo desde El Banco hasta Mompox

La risa nerviosa fue la protagonista. Al lado de Carmen se sentó una joven con un bebé y en todo el camino estuve muy nerviosa por ellos, primero porque el bebé y la joven se durmieron y yo solo pensaba que se iban a salir de la moto, afortunadamente no sucedió, ellos se bajaron en San Fernando Magdalena frente a la carretera, la recibió un señor sin camiseta y le ayudó a cargar un bulto que había ubicado el dueño del transporte en el techo. Me sorprendí que no hubiera caído durante el recorrido, ya que aunque la carretera, en la mayoría del trayecto estaba en buen estado, había unas partes con huecos grandes y en ocasiones partes destapadas. Después de tres horas largas de camino, el señor nos dejó frente a la entrada del hotel. No supe en qué momento entramos a Mompox, porque no vi ningún aviso que me lo anunciara. Recuerdo que antes de llegar entramos por un camino completamente destapado, así que la moto-carro, se movió de una forma exagerada.
Carmen no podía creer que estuviéramos en Mompox, sentí en su voz una desilusión y lo comprobé cuando habló con la señora que nos recibió en la recepción del hotel. Le contó nuestra aventura y ella nos dijo que por qué no habíamos tomado el transporte desde Cartagena, que allí era mejor porque si había ruta directa. Lo cierto fue que llegamos y yo estaba feliz porque estaba segura que esta aventura quedaría para siempre en mi memoria.
¿Qué hicimos en Mompox?
Como turistas buscamos los lugares más visitados. Era fundamental hablar con la gente y leer los detalles que nos narran las casas, las calles y las obras que hacen parte de Mompox.
Mompox está en el borde del río Magdalena.

Las casas y el paso peatonal que rodea este escenario es limpio y se esmeran porque las casas permanezcan pintadas, arregladas con hermosos adornos florales.

Diana bajo un árbol y el río Magdalena al fondo

Recorrimos el Cementerio, un lugar habitado por varios gatos y en donde personajes importantes de Mompox son recordados. Es un espacio pequeño, bien cuidado.

Seis iglesias son visitadas por los turistas, están muy cerca una de la otra y están rodeadas de escenarios típicos de Mompox.

El vino de Corozo es una bebida típica de Mompox. Tanto en la plaza central como en algunos lugares donde venden artesanías se puede encontrar en tres tamaños. Además del vino, Mompox se reconoce por las joyas de filigrana, por supuesto hicimos un recorrido en Tierra de Mompox, una joyería artesanal en donde nos explicaron cómo se inicia el proceso para tener un anillo, aretes o collares en filigrana. Visitamos el museo, un lugar que evidentemente esta abandonado por los responsables del turismo y la cultura. Estaba lleno de polvo y los espacios se veían descuidados, sin señalización.

La comida fue deliciosa. Había variedad de restaurantes y los habitantes se esmeran porque los turistas disfrutemos del lugar. 

Un recorrido que recomiendo es navegar el río Magdalena, mientras cuentan la historia, la problemática actual y las promesas de los gobiernos por mejorar la situación en Mompox, nos acompaña la música, el baile y finalmente un hermoso atardecer.

Recorrido por el Río Magdalena. árboles, farol y casas al borde del río

En la página web colombia.com aseguran que: “El Festival de Jazz de Mompox es un elemento muy atractivo del circuito cultural colombiano desde su creación en el año 2012” y aunque no escuchamos jazz en sus calles, porque evidentemente no estábamos en el Festival, si nos encontramos con esta estatua que nos recuerda que es un evento exclusivo de este lugar.

Escultura sobre el Jazz

Mompox es un lugar para fotografiar, para pasar los días disfrutando de la historia y el pasado de nuestro país; para descansar de la ciudad, romper con la rutina y gozar de un clima cálido. Nos despedimos de Mompox, después de comprar los tiquetes para Santa Marta, aunque nos vendieron el regreso con una parada de una hora en el Banco Magdalena. Pasamos una noche más en Santa Marta y luego a la Capital recargadas de bonitas y sorprendentes experiencias.
La noche en Mompox desde una canoa

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