Interactuar con personas desconocidas sobre un tema en común, parece agradable, aunque la ansiedad toque la puerta. Conocí algo, además de la voz y una parte de su casa, estas mujeres, al igual que yo, aman leer y comprar libros. No viven en Bogotá, la mayoría eran de Antioquia.

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Hice parte del club de lectura Sociedad Inusual. Hace mucho tiempo tenía ganas de hacer parte de este grupo. Mi amiga Lilo me envío, en algún momento de nuestras sanadoras tertulias, el link de Instagram y comencé a seguir esta propuesta.

Lo que veía en sus redes eran mujeres sonrientes, con el libro en la mano y en escenarios virtuales, pero también desayunando, en termales y con algunos autores de esos libros que leyeron. Fue cuando vi la foto del grupo de mujeres en un apartamento compartiendo una charla amena con el gran Ricardo Silva Romero, que me motivé hacer parte de este grupo.

Una tarde, salió en una historia de Instagram que el kit de abril era con el libro La Carne de la escritora española Rosa Montero. La propuesta era virtual y con posibilidad de una boleta a la Feria del Libro de Bogotá, con la idea de vernos en una de las charlas de la escritora, invitada durante tres días.

La idea nos sonó bien. Lilo le regaló de cumpleaños este kit a Makys, su hermana y mi amiga querida. Así que, por primera vez, estaríamos compartiendo un libro y un espacio las tres amigas de infancia.

Sociedad Inusual

Ana María Medina, dirige el club de lectura, Oriana Gómez, es la que se encarga de la tienda virtual. Además, ella nos envió los libros, los correos electrónicos con la grabación de la sesión; Rocio Barrios, es la psicóloga, ella tiene una sesión especial, explica desde la psicología la historia que se lee.

En la página web, Oriana, presenta este espacio como: “Inusual es una tienda virtual de objetos de diseño que se encarga de compartir experiencias de productos únicos y auténticos que roben sonrisas y estimulen la creatividad de nuestros niños interiores. Desde el 2011 nuestra misión ha sido crear un mundo donde todos se identifiquen” Pero de esto me enteré después, porque en la página de Instagram promocionan mucho el club de lectura.

Lo primero que hice, fue pedir información. Nunca llegó la respuesta. Pero como sigo a Ana María en Instagram, ella promocionó el link para que compráramos el kit del mes, que consistía en dos sesiones virtuales para conversar sobre el libro y una sesión virtual con la psicóloga, yo compré el libro, este me llegó a la casa y, además, me enviaron un lindo bolígrafo.

El día en que compré el kit, me llegó un mensaje en el correo electrónico con el link para que accediera a la sesión programada, luego, en mi WhatsApp ya estaba vinculada al grupo La Carne. A los ocho o quince días, llegó el libro y comencé a leerlo porque teníamos nuestra primera sesión con Ana María a los tres días.

Club de lectura

Un club de lectura es la reunión de varias personas entorno a una lectura en común. Donde exponemos nuestras impresiones, cuestionamos y se genera una interacción sobre la historia. En la página elobook.com, aseguran que el inicio de los clubes de lectura: “comenzó en una época en la que no todos tenían acceso a las letras, pero en todos existía el deseo de conocer, educarse, imaginar mundos, entretenerse, o por lo que sea que tomas un libro; eso impulsó a quienes no sabían leer a aprender a hacerlo en soledad, y así mismo la necesidad de compartir la experiencia leída con otras personas.” Aseguran también que “la lectura no siempre estuvo al alcance de todos; en el pasado los que podían leer compartían la lectura en voz alta para aquellos que no tenían ese privilegio de saber leer, ya en el siglo XIX la costumbre de hablar de literatura se volvió cotidiana en la alta sociedad, en sus reuniones exclusivas, y para el siglo XX, con la iniciativa de nuevos escritores, se fue volviendo una práctica social más libre.”

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En la primera sesión. Ana hizo comentarios generales del libro, porque no todas habían avanzado en la lectura. Se conectaron más o menos 20 mujeres. Ana leyó algunas frases que le llamaron la atención de otros libros que tenían que ver con el tema de La Carne y luego habló de algunos de los libros que había leído de Rosa Montero y sus observaciones. Fue casi, un monólogo. Pero Vanesa, una de las asistentes al club, rompió el hielo y hablaba sin pedir la palabra, estaba muy emocionada con respecto a la lectura, ella ya había finalizado el libro y quería hacer comentarios, pero pedía, entre bromas, que por favor finalizáramos el libro para poder hablar. No hubo presentación del grupo, así que no supe quienes hacían parte del club de lectura.

Sentí una familiaridad entre ellas. Se hablaban con mucha confianza. Las que más participaban tenían la cámara prendida durante toda la sesión. Tímidamente levanté la mano para participar, tenía que sentirme parte del grupo. Encendí la cámara, hice mi comentario y este no fue tomado con la misma familiaridad que si hubiera hablado alguna de las otras mujeres, porque no me conocían. Me sentí un poco incómoda y no volví a participar en la sesión. Ni Lilo, ni Makys, mis amigas, participaron.

En la segunda sesión, hubo más participación del grupo. Varias terminamos el libro, así que eso nos daba pie para conversar más. Yo hice una sola participación y como la vez primera, no hubo mucha retroalimentación o conversación a partir de lo que comenté.

En el grupo de WhatsApp había mucha actividad, entre playlist para escuchar mientras se leía, fotos de libros nuevos comprados, encuestas para ver qué lugar ganaba para el encuentro en Bogotá, hasta comentarios llenos de emoción por vernos personalmente. Estaban organizando la visita a la Feria del libro en Bogotá y armaron planes para que nos viéramos, desde desayunos, teatro, hasta rumba.

Mientras se ponían de acuerdo, quienes podían ir, Oriana dijo en el grupo que las personas que quisiéramos boletas para entrar a la FILBo le escribiéramos por interno. Por supuesto me anoté y quedamos en que pasara a la una de la tarde en una dirección que me dio para recoger la boleta. Ese día llovió mucho y por el trancón Oriana no pudo llegar puntual a la cita. Yo le escribí que la esperaría, mientras me tomaba un café y leía La Carne. Después de una hora me escribió que me dejaba en la portería del edificio la boleta. La recogí, y el vigilante muy amable me dijo que si no iba a pasar a saludar a la señorita Oriana que estaba en el apartamento, le respondí con una sonrisa – No, muy amable, por favor dígale que gracias y salí de regreso a mi casa.

Mi amiga Makys escribió en el grupo que no podía ir a la feria porque estaba en la Patagonia, pero que les recomendaba que fueran a comprar mi libro Fuimos Extrañas. Yo le puse un corazón en su mensaje y vi que Ana María también, el siguiente mensaje de las del club, fue: “sistema reticular activo” retomando una conversación que estaba antes del mensaje de Makys. Su mensaje había sido ignorado (pensé yo, Ignoradas por mil).

Se reunieron. Cumplieron varios de los planes que tenían programados. Tomaron fotografías y las enviaron al grupo. Se veían sonrientes, felices. Por mi parte, no fui con ellas, pero me alegré de su alegría.

Finalicé el libro, (haré una recomendación después de esta historia) realicé los ejercicios de escritura que sugirió Ana María en las sesiones, escuché atenta a cada una de las que participaron en el club de lectura, fui a la FILBo a escuchar a Rosa Montero y cerré esta experiencia. No pude asistir a la sesión de la psicóloga, pero vi la grabación. Aprendí que un libro y una charla puede ser una excelente terapia, una manera para sanar.

Lilo, Makys y yo, nos escribimos después de finalizada las sesiones. A ellas les gustó todo lo que decían sobre el libro y ellas finalizaron su lectura juiciosas, pero la verdad, pensé que esta experiencia sería mucho más enriquecedora para las tres y no lo sentí así.

Por ahora no tengo la intención de regresar a este club de lectura. Probaré en otros, tal vez, desde la presencialidad, seguro, la experiencia será otra.  A lo mejor, siga la sugerencia de mi amiga Lilo y armemos uno más familiar, para que cortemos distancias y todas podamos participar sin tanta timidez y con una copa de vino o una taza de café, más a nuestro estilo.

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