Las personas que van para Soacha o quieren visitar Girardot, conocen este lugar. La venta de partes de la vaca esta a la orden, desde muy temprano, todos los días del año, aunque los domingos es más concurrido, debe ser porque es el día familiar y el día del tradicional asado.

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Pasando Madelena, por la autopista sur, en Bogotá, se reduce el paso vehicular a un solo carril. Se parquean camiones que son neveras portátiles de alimentos fríos, de diferentes tamaños, carros viejos, algunos taxis y es la parada de los colectivos que recogen a los compradores, también se ven varias personas con carretilla. El cargamento que suben en estos medios de transporte, son grandes bolsas llenas de carne. Se ubican sin sentido de pertenencia, ni de respeto por las normas de transito, justo en el carril de la derecha, no les importa el trancón que forman, aunque este la autoridad haciendo presencia en el lugar.

El olor se siente, aunque las ventanas del carro o del transporte público estén arriba. Nadie quiere deleitarse con el olor a sangre podrida, descompuesta, regada por el piso como haciendo una alfombra roja a todos los compradores y vendedores de las partes de las vacas.

Se ven botas de caucho, algunas blancas y otras negras adornando el camino de sangre. Luego, algunos que parecen uniformados, con overoles blancos, acompañados de gorros del mismo color, salpicados del color rojo toro. Se ven hombres viejos y algunos que ya pronto estarán en esa línea de tiempo. Mujeres cargando carritos llenos de bolsas blancas y cafés gruesas, o repartiendo tinto en vasos desechables verdes y negros.

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“El artículo 78 de la Constitución Política de Colombia establece la obligación a cargo del Estado de regular el control de la calidad de bienes y servicios ofrecidos y prestados a la comunidad, señalando que “(..) serán responsables, de acuerdo con la ley, quienes en la producción y en la comercialización de bienes y servicios ateten contra la salud, la seguridad y el adecuado aprovisionamiento a consumidores y usuarios. (..)’…” Sé de algunas inspecciones que se hicieron hace bastantes años al lugar, creo que al igual, que muchas cosas que siguen sucediendo con normalidad, cuando no debería ser así, (como por ejemplo, los habitantes de calles o las basuras en lugares públicos, entre otras cosas), esto también es lo “normal” en la ciudad y sobre todo en ese sector.

Varios medios de comunicación, estudiantes de universidad, investigadores que se dedicaron a indagar sobre esta situación que genera molestia a muchos ciudadanos, como es mi caso, por ejemplo en la página de Contexto Ganadero, aseguran: “Coliformes fecales y otras bacterias fueron detectadas tras un análisis hecho por expertos a carne comprada en expendios ubicados al aire libre en las calles de Bogotá. El ahorro de unos pesos lo puede hacer correr graves riesgos de salud“, pero no es solo el fastidio de la situación, sino el problema que genera en el ambiente y en la salud de los consumidores o compradores de la carne en este sector.

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El semáforo esta en rojo. Alcanzo a ver cómo una señora de más o menos sesenta años sube a un colectivo con dificultad una bolsa blanca, gruesa y llena de carne. Mientras tanto, en otro colectivo, donde estoy yo, un señor de más o menos setenta, haciendo fuerza, carga un carro de mercado color rojo, con tres bolsas de carne, que se ven pesadas, dos señores que están junto a la puerta le ayudan con su carga, él agradecen, paga el pasaje y se sienta corriendo su carro rojo para no molestar a los demás pasajeros con el paso. Por la ventana veo cruzar personas con carretillas cargadas de bolsas al tope de carne, corriendo cruzan otras, parece dirigirse al lugar de venta donde van los que tienen su carro propio y compran seguros en locales que guardan la carne en neveras y se mantiene limpio el lugar por salubridad. Se supone que aquí las condiciones son mejores y es una compra segura.

No paso seguido por este lugar, pero cuando voy por allí, siempre hay trancón y sin duda, muchas personas lo frecuentan. No solo se ven unos diez, talvez más, puestos en todo el centro del anden vendiendo las partes de la vaca, al fondo se ven locales con cadáveres colgando, personas cortando las porciones, gente comiendo empanada y tomando tinto, haciendo negocio con el peso de la bolsa blanca llena de carne. Se escucha el sonido del tráfico, las voces insonoras del comercio.

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Según un artículo del diario El Tiempo: “Las condiciones sanitarias se relacionan con la presentación personal de los vendedores, los hábitos de aseo, prohibiciones durante su trabajo y las normas sobre manejo de alimentos. En este caso se ordena una capacitación mínima de 12 horas, encomendada a las autoridades locales de salud”. No creo que la mitad de las personas que están vendiendo la carne en la calle, tengan este certificado o hayan pensado si quiera, realizarlo.

Normalizar este tipo de escenas hace que no se acaben. La limpieza, el orden y la oportunidad de que puedan ofrecer productos de calidad a los consumidores debería ser lo normal, sería lo correcto. Las condiciones de trabajo, también deberían ser reguladas, no cada vez que alguien demanda o denuncia, esto hace parte de la responsabilidad de las entidades pertinentes que no están haciendo su trabajo.

No voy a pedir que dejen de comprar en estos lugares, pero, sí exigir que haya por lo menos orden y aseo en ese lugar, que de una u otra forma, hace parte del paisaje de Bogotá.

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