Los libros son así, llegan cuando los necesitas.

Esas historias que sacuden tu mundo y que de una u otra forma los conectas con todo aquello que estas viviendo o has vivido y no ha sido superado del todo, nos dan tanto que cada lector lo interpreta a su manera. Y es que así es el arte, permite que todo lo que está a nuestro alrededor sea visto e interpretado por cada habitante. Hace que todo se vea mejor y se comprenda sin tropiezos, sin dudas. En palabras de Rosa Montero: “Todos necesitamos la belleza para que la vida nos sea soportable. Lo expresó bien Fernando Pessoa: <La literatura, como el arte en general, es la demostración de que la vida no basta>. No basta, no. Por eso estoy redactando este libro. Por eso lo estás leyendo”. 

La Ridícula Idea de No Volver a Verte, abordó tantos temas, que no creo que en esta reseña los pueda tratar en su totalidad, aunque quisiera. Pero sí hablaré de un tema que considero, llega de manera
directa a varias experiencias, se trata del dolor.

La definición de la palabra: perder es dejar de tener o de sentir, según el diccionario, pero las personas vamos más allá de ese concepto, lo relacionamos con la posibilidad de no vivir más momentos con la persona, objeto o cosa que se ha ido, que ya no está con nosotros. Perder es difícil, porque la costumbre abruma, porque los recuerdos comienzan a doler y muchas veces quisiéramos que regresaran esas risas, esos instantes de felicidad y saber que ya no serán, nos duele. El cambio en las relaciones debido a esa pérdida, en ocasiones, no es tan agradable y tampoco aceptado con facilidad, pero se debe asumir, en eso consiste la vida, en permitir que los cambios hagan parte de nosotros.

Rosa Montero en su texto hace un paralelo entre el dolor que le causó la muerte de su esposo y el dolor que le causó a la exitosa y maravillosa Marie Curie, también, la muerte de su esposo. Pero miremos la muerte no como la inexistencia de un ser, mirémoslo como la ida, la ruptura de un amor. “El desamor es tópico, ridículo, monumentalmente exagerado. Pero duele. ¡Cómo duele! Parece mentira que el fin de un espejismo amoroso que tal vez sólo ha durado unas semanas pueda sumirte en semejante infierno. Ya se sabe que sufrir de mal de amores es como marearse en un barco: a la gente tu estado le parece divertido, pero tú sientes morir.”
Comprender que esa persona ya no está, es doloroso y muy difícil de describir, no podría compararse con nada, aunque la metáfora del barco, es interesante.
Ese dolor del que hablo, en su momento no se puede reemplazar por nada, por más que las personas que te quieren te digan que hagas actividades que te gusten, que viajes, disfrutes del día a día, sabemos, no será fácil de llevar. Sin embargo, el tiempo ayuda mucho, poco a poco ese dolor va disminuyendo y todo se debe al ritmo de la vida. Si bien, Marie Curie estuvo de luto muchos años, volvió a encontrar el amor, algo que parecía imposible, según sus cartas de desahogo. 

Esto no quiere decir que, las personas que aun tengan su pareja en algún momento no vayan a sentir dolor o esa sensación de pérdida. La misma relación es un constante cambio, debe ser así. La vivencia de las situaciones, los obstáculos que se van presentando, son pérdidas que en muchos casos causan dolor, pero son necesarias para avanzar y seguir construyendo.  

Ese dolor por una pérdida, tiene que ver también, cuando ya no vives lo mismo con tu familia, en tu trabajo, con tus amigos y amigas. Aplica a todas las relaciones que hacen parte de nuestra vida. Es dolorosa la distancia, pero también se torna sano, si es que sentimos dolor al pasado o a las acciones que no hacen bien, a esa necesidad de cambio y de aceptar que deben llegar nuevas cosas, nuevas situaciones, cambios que hacen fundamental crecer y mejorar la vida.

Una frase que llamó mi atención en el libro fue: “La última vez que uno sube a una montaña. La última vez que bucea. La última vez que juega un partido de fútbol con los amigos. Por lo general, uno no sabe que es la última vez mientras lo hace. Es el tiempo el que se encarga de despedirnos retrospectivamente de nuestras posibilidades”, tiene que ver con vivir el día a día. Pensando que de pronto es la última vez,
ese momento se convertirá en un recuerdo que posiblemente nos llene de dolor. Sería bueno, pensar que todos los instantes con esa persona (trabajo o cosa) serán los últimos, posiblemente si lo logramos, nos esforzaremos por dejar en la memoria lo mejor de nosotros mismos. Asegura Montero en el libro:
“Cuanto más se envejece, más se siente que saber gozar del presente es un don precioso, comparable a un estado de gracia”, alguien dijo que todos los días envejecemos un poquito y eso no es motivo de preocupación, sencillamente es una manera de sentir que la vida es un instante y se debe aprovechar. 

Este libro, hizo que sintiera que esta frase que citó Montero, me conectara con lo que me he propuesto
actualmente: “Creí que estaba llegando al final de mi vida, pero ahora siento como si estuviera empezando. Es como si estuviera viviendo mi vida al revés” dijo Minna Keal. En este momento  comprendo muchas cosas, acciones y situaciones que estaban a mi lado y me hacían daño y, sin embargo, lo aceptaba, decidir cambiar eso, no es fácil, pero permite que este mucho mejor y sin dolor.

Recomendado este libro personal e íntimo de Rosa Montero.

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