Recuerdo un día entrando al colegio, no sé si fue la primera vez que llegué, o un día en el que me hice consciente del lugar. Sus colores blanco y azul, predominaban en el ambiente. El mural que pintó Sor Aurora, dejaba ver a María Auxiliadora imponente y maternal, a un lado de su hijo, pintado en su momento de la resurrección, sin dolor, con los brazos abiertos como diciendo “aquí estoy, vivo para ustedes” y al otro lado la imagen de San José mirando a su hijo, estos tres murales, pintados con detalle, para mí, representan la familia. Frente al mural en línea recta, las bancas de madera café, incómodas, y más cuando debíamos permanecer una hora de lunes a viernes escuchando al sacerdote y cumpliendo el ritual del Sacramento de la Eucaristía.

Tenía tres entradas, la principal que se veía tan pronto pisabas la portería del colegio, la otra era pequeña, a la izquierda, desde el patio de Don Bosco y la otra a la derecha desde el patio de María Mazarello, (los patios del colegio tenían esos nombres, porque había una imagen de los dos creadores de las Salesianas, pintadas en blanco y negro muy grandes en una pared visible). Había una escalera que llamábamos la Caracola, esta nos subía a un pequeño balcón que servía como espacio para el coro, pero no se usaba para eso, lo utilizaban cuando se hacía un evento especial en la capilla, como la celebración de primera comunión o la misa de las quinceañeras del colegio y por supuesto llegaba mucha gente. El rincón del coro, donde elegí estar los últimos años del colegio cantando la misa, era un espacio pequeño que quedaba justo al lado del altar. En este lugar me senté durante algunos descansos, cuando mis amigas me dejaban sola o necesitaba pedir uno que otro deseo. Ese lugar silencioso, frío, espacioso y lleno de arte es la iglesia.

Recuerdo la Capilla del colegio como ese espacio tranquilo que me permitía pensar con claridad y tomar decisiones o aceptar las cosas que me ocurrían. Antes creía que le hablaba a alguien y estaba segura que me escuchaba y eso me hacía bien. Ahora creo que era conmigo con quien hablaba. Me aburría en la misa, era tan predecible, monótona, que solo estando en el coro, podía soportarla completa.

Después de esa referencia de tranquilidad en la capilla, entré a varias iglesias, casi siempre cuando las veía solas. Me deleitaba con su arquitectura, con el diseño de sus vitrales, con los colores que predominaban y con el altar. Ese frente imponente que me cuenta una historia, siempre es la misma, un ser que vivió entre nosotros y que revolucionó una época importante, que nos recuerda que estamos aquí para cambiar las cosas y nos da esperanza, aunque su imagen, casi siempre sea la de su final: sufriendo, muriendo, crucificado.

Desde afuera se puede ver que no es un lugar corriente, la cruz, las copas de la cima, casi siempre en punta, como queriendo llegar al cielo, las puertas grandes y pesadas, casi siempre de madera. Aunque se encuentre en un pueblo escondido o en una ciudad, todos saben diferenciar este lugar, todos saben que es el lugar de respeto, el lugar de los creyentes, un lugar sagrado que tiene reglas que debes cumplir, como cuando vas a la casa de alguien que acabas de conocer, o que ya conoces de hace mucho tiempo.

Yo veo este lugar (Capilla, Catedral, Abadía, Basílica, Iglesia parroquial o Templo) como un espacio de reunión para hacer un ritual en el que todos los que están allí creen. Un lugar que cuenta una historia desde su entrada, que deja un mensaje claro en todas las imágenes y objetos que tiene. En internet encontré que “algunos hitos de transformación más significativos en el diseño y la arquitectura de los templos cristianos fueron las grandes iglesias de Bizancio, las abadías, las catedrales y las basílicas, con su énfasis en la armonía. Estos grandes edificios, a menudo demostraciones de poder y de la influencia de la jerarquía eclesiástica, eran elementos dominantes de las ciudades y de los lugares en los que se encontraban. Sin embargo, mucho más numerosas fueron las iglesias parroquiales, el foco de la devoción cristiana en cada pueblo y aldea” dice que algunas tratan de igualar el diseño de las grandes catedrales, pero la mayoría decidieron su diseño más sencillo y mostrando lo autóctono de cada lugar. Por eso entrar a una iglesia a un lugar que acabo de conocer, es un requisito en mi viaje, no por el hecho de participar en el rito, sino porque sé que en ese lugar encontraré algo autóctono del lugar que visito.

Élder James E. Talmage, en un texto que habla sobre la historia de los templos, comenta sobre el concepto que se tiene de templo: “es un lugar especialmente reservado para un servicio que se considera sagrado; en una acepción más limitada, un templo es un edificio construido para efectuar ceremonias y ritos sagrados, y exclusivamente dedicado a tal objeto (…) Aunque las inmediaciones de estos templos se usaban como sitios de reunión general y ceremonia pública, siempre había recintos interiores donde solamente los sacerdotes consagrados podían entrar, y en los cuales, según se afirmaba, se manifestaba la presencia de la deidad. Los templos nunca se han considerado como sitios de reuniones públicas ordinarias, sino como recintos santos, consagrados a las ceremonias más solemnes de ese sistema particular de adoración”.

Iglesia parque de Charleston SC

En mi colegio (que ya no existe. El Centro María Auxiliadora ya no es un colegio Salesiano. Alquilaron el lugar para la sede de una universidad) este espacio en la capilla quería recordarnos la importancia de la familia y predominaban las imágenes de María Auxiliadora -por obvias razones- y en lugares como Charleston – que es llamado, también: “La ciudad Santa”, precisamente por sus más de 14 iglesias católicas y más de 400 lugares de culto, ya que es una ciudad que tiene libertad de expresiones religiosas- una de las cosas que tienen en común son los cementerios. Cada una de estas iglesias, tiene un espacio en donde se recuerdan las personas más importantes de la época y sus tumbas son recorridas por muchos turistas.

Realicé un recorrido por algunas – las que se encuentran cerca al centro de la ciudad – y la mirada general es que se respira historia. La memoria de estos lugares es importante. Innumerables nombres aparecen en los cementerios y listados en el piso de concreto de muchos más personajes. También en el exterior de la iglesia se puede ver, como haciendo parte del paisaje aéreo, una cruz, así es fácil ubicarlas desde cualquier calle. Cuando entramos a una de las iglesias, nos permitieron hacer el recorrido y mirar los detalles y al final nos pidieron una propina voluntaria. Me aseguran algunos conocidos latinos que han vivido años en este lugar, que esas iglesias no ofician misa, es decir, no cumplen con el objetivo para lo que fueron construidas, son escenarios turísticos que se mantienen con los aportes de los visitantes. En el recorrido, vimos muchas iglesias cerradas, con avisos que decían, algo así, como: solo para eventos. Camila, mi acompañante en esta aventura, estuvo en un concierto de música clásica, en la Catedral principal de Charleston. Los visitantes miraban el altar, mientras en la parte del coro – ubicado en el balcón, arriba de la salida principal de la iglesia – estaban los de la filarmónica. Durante dos horas estuvieron deleitando con sus instrumentos musicales a las personas que solo se levantaron a mirarlos para aplaudir cuando se silenciaron. Para sorpresa de Camila, no hubo misa después de los aplausos. Ella salió silenciosa como todos los demás de la Catedral.

En otra iglesia, se podía ver cómo llegaban carros lujosos, en la puerta dos hombres abrían y cerraban las puertas dando la bienvenida, como quien entra a un club o a un hotel lujoso. El parqueadero se llenaba sin prisa. Habían camionetas o furgones con el nombre y el logo de la iglesia o congregación. Desde afuera, se veía los grandes ventanales y pantallas en trípodes que daban información, entraban familias perfectamente vestidas y se saludaban con mucha cordialidad, ni siquiera intentamos ingresar, el ambiente denotaba que no era un sitio para cualquier mortal.

No vi a ninguna iglesia realizando el Sacramento de la Eucaristía, supongo que al igual que en muchos lugares, se requiere de cumplir un horario que solo sus fieles peregrinos saben.

Cuando entro a estos lugares veo lujos, exageraciones en los materiales, decoraciones ostentosas, y no puedo evitar pensar en la corrupción y temas delicados que han rodeado la construcción de estos templos y quienes lideran estos lugares, pero también veo la belleza del arte. Aunque se vea lujoso, en muchos templos todas las personas son bienvenidas, la clase social pierde importancia al momento de compartir el rito, incluso, permiten la entrada a personas como yo, solo curiosas por el arte de estos lugares, esas que dejaron de creer en el sacramento y en que alguien escuchaba los deseos y tristezas en ese lugar, o que solo en ese sitio se encontraba la paz y la tranquilidad💭

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