¿Se imaginan no reconocerse en una imagen? Es cierto que existe el espejo y ese reflejo se supone que nos permite conocernos, saber cómo son nuestros ojos, nuestras facciones, pero cuando salió por primera vez la fotografía, algunas personas decían que eso que veían en la imagen no eran ellos.
Este comentario lo hizo la doctora Araceli Rodríguez Mateos en su presentación “Retrato y Construcción del Sujeto del siglo XIX” que hizo en la Universidad San Jorge en Zaragoza España el 16 de noviembre de 2023. Quedé impactada con la investigación que realizó, porque aunque sabemos que la representación del individuo en la imagen nace en la pintura y tuvo una gran importancia para la historia, con la fotografía, aunque tenía la misma función de la pintura en la época, las reacciones han sido distintas.
Según Rodríguez, en la pintura se intentaba hacer una semejanza al personaje, y lo que interesaba era dejar detalles, incluso, inexistentes, para idealizar al individuo, es decir, podría tener imperfecciones que no debían estar en la pintura, así que los personajes que vemos, no son del todo la realidad de lo que eran en la época. Con la fotografía no pasaba lo mismo y por eso el rechazo de muchos al verse reflejados en esa “magia”, aquí se registraba con un crudo detalle el rostro y eso no gustaba. Entonces aparecen los fotógrafos que intentan jugar con la luz, con el mejor perfil y llevan a su modelo a destacar lo mejor de su expresión para lograr una satisfacción con el producto final. Algo similar a lo que hacían los pintores. Es un juego de elementos para que el resultado sea el mejor.
Entonces, asegura la doctora Araceli que aquí tiene igual de importancia el individuo, el autor y la interpretación. La intención de la pintura, es la misma que en la fotografía de hace siglos, dejar una evidencia de que existimos, de que estuvimos en este mundo. Recuerdo cuando era pequeña y tenía una cámara de fotografía análoga (con rollo) en las reuniones familiares, intentaba tomar fotos a mis tías y ellas se reusaban a que yo las retratara, no querían aparecer y yo me frustraba, porque las únicas fotos que aceptaban eran las del grupo familiar y sus caras siempre eran serias. Intentaba tomarlas justo cuando reían o hablaban, pero ellas no dejaban. Y es que en esa época las fotos quedaban así, no había retoques, no se podían borrar. Al ir a recoger el rollo revelado, la sorpresa podía ser grata o amarga. Todo esto cambio con los años – afortunadamente- mis tías ahora se toman selfies, sonríen y si no les gusta lo que ven, lo borran y vuelven a intentar otra pose, en donde se vean “lindas”. O si ven que alguien publica una foto donde ellas no quedaron bien, piden que la quiten de las redes.
Es difícil reconocernos con nuestro propio retrato. Definir a una persona por una fotografía o por varias fotografías en diferentes escenarios. Buscamos el mejor perfil, incluso, en algunas cuentas de redes sociales, ahora nos dicen cómo posar, para ocultar algunas imperfecciones de nuestro cuerpo, entonces lo que vemos no es real, es una ilusión de la persona que creemos ver. Eso sin contar los retoques que hacen algunos programas especializados o de los filtros que ya traen algunas redes para facilitarnos el trabajo.
Hace algunos meses vi una foto en casa de una tía. Estaba mi abuela rodeada de sus nueve hijos. Cuando miré con detalle, vi a una niña sonriendo tímidamente, con el cabello negro bien peinado, recordé una foto mía a esa edad, inmediatamente pensé que esa niña era mi mamá, porque pensé que se parecía mucho a mi. Le pregunté si estaba en lo correcto y me dijo, “no, yo estoy atrás, ella es tu tía Betty”. Quedé muy sorprendida. No solo por la similitud en las facciones de la cara, sino porque si yo no supiera que era mi tía, hubiera jurado que era yo. Dice la ponente: “la fotografía es una línea de la historia” en este caso de mi historia familiar. Irnos al pasado y ver cómo nuestro cuerpo ha cambiado, puede ser frustrante. Odiar algunas fotos y recordar con cariño otras, solo por la manera en la que quedé, hace parte de la línea histórica que no podemos cambiar.
La ponente asegura, como comentario personal, que no puede verse en las fotografías, siente que no es ella, que la que está en ese lugar es otra, no se puede reconocer. El instante en que se toma la foto, es eso, un instante de ella que no define todo lo que ella es. Esto me parece curioso, veo algunas personas que siempre quedan igual en las fotos, hacen la misma “mueca” o gesto y también veo otras, que intentan cambiar la mirada, sonríen o no, intentan variar su expresión. No sé cuál sea el motivo, puede ser que se sienten cómodos o que quieren dejar una única impresión a la gente que ve sus fotografías, tal vez puede ser algo personal. Lo cierto es que las fotografías para mi son importantes, el recuerdo, la memoria, la historia de personajes que quedarán guardadas en algún lugar para que después alguien las vea y las reconozca o las comparen.
Una foto no me define, aunque este en todos mis perfiles de las redes sociales y expertos en lectura de personalidad coincidan en cómo soy yo, solo con ver esa foto. Una foto no muestra mi personalidad, mis miedos, mis logros, solo deja ver a una Diana en un instante. Pero seguramente así vamos a ser recordados, por una foto.