El día que se estrenaba la película en Bogotá, mi hijo llegó del colegio, dejó la maleta sobre la silla y me pidió que lo dejara ir con un amigo. Hace varios meses una compañera del colegio le prestó el libro. Leyó 304 páginas en tres días. Cuando lo terminó, me dijo que debía leerlo, cosa que no hice, por falta de tiempo y también de interés. Después de esperar que su amigo contestara el teléfono, unos quince minutos, se acostó en la silla, desilucionado y me dijo que iría otro día. Se me ocurrió ir con él, cosa que lo enloqueció, me dio besos y abrazos. Salimos a un Centro Comercial que no es muy concurrido, pero para sorpresa mía, solo quedaban dos sillas disponibles y en lugares separados. Aceptamos, no me podía permitir que se entristeciera de nuevo. Cuando entramos a la sala, hubo una nueva sorpresa, solo habían jóvenes entre los 11 y 15 años, solo cuatro adultos puede contar.
En el transcurso de la película escuché sollozos, murmullos, risas, propias de lo que las escenas provocaban en aquellos adolescentes. Por mi parte, no paré de llorar. Las escenas donde se dejaba ver el sentir de unos padres que deben afrontar la vida enfermiza de una niña y su relación con el entorno.
La rutina llena de medicamentos, alimentos sanos, visitas al doctor y la lectura. La conexión que logró con su primer y último amor gracias a un libro (que en esta vida no existe) llamado “Un dolor imperial” y su deseo de saber qué sucedió con las personas que se quedan después de la muerte del personaje, los llevan a contactar al autor del libro. Una visita bastante incómoda, pero romántica y llena de reflexión sobre la vida y la muerte, el sufrimiento de los que tienen una enfermedad, pero también de los que deben cuidar, proteger y esperar que en cualquier momento se vayan y los dejen con el vacío, con su ausencia.
No es una película solo para adolescentes. Es una película que te hace reflexionar sobre la enfermedad pero también sobre la vida, sobre las personas que te rodean y sobre lo que haces por ellas, es una película que recomiendo verla con tus hijos. Cuando salí de la sala de cine, más del noventa por ciento de los asistentes había llorado. Mi hijo me preguntó cómo me había parecido y le dije sin pensarlo dos veces “hermosa” me respondió con una sonrisa, tienes que leerte el libro, aunque la adaptación intenta ser fiel, quedaron muchas frases, imágenes y eventos que le dan más fuerza a la historia. Sin duda, tiene unos excelentes actores. Hablamos de otras cosas de la película y sin duda, este es uno de los planes que más me gusta hacer con mi hijo. Ahora a leer el libro!

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