Tengo diez tatuajes. Cada uno es una historia diferente. Parecerá absurdo contarse historias a sí mismo. Por muchos años me reí de los diarios (aunque escribí dos) porque pensaba (inocentemente) que escribía para nadie. Luego, descubrí que ese ejercicio de contar lo que sucede en el día a día sirve para escribir novelas (no me nieguen que es un buen recurso para escribir ficción). Tatuarse, para mi, es contar una historia en la piel, no todo el mundo puede leerla, tú escoges quién puede acercarse a ti, así que es tu decisión también si quieres contarle la historia.

Artista dibujando una taza de café en mi brazo izquierdo. Foto tomada por Anna

Desde el día que tomas la decisión de hacerte un tatuaje, escoger el dibujo adecuado, el lugar de tu cuerpo en donde estará presente y por último al artista, comienza esa historia que quieres contar. Luego apartas la cita y llegas al lugar. Previamente has revisado el trabajo que ha hecho, pero no sabes cómo será tu experiencia. Seguro será diferente a muchas de las que han vivido estos artistas en su silla negra forrada de vinipel.

Escuchas un tiiiiccccc constante que se mezcla con la música del lugar. La máquina va pasando por la piel. No es solo la sensación que te deja el pinchazo de una aguja, sino se repite constantemente a un ritmo tranquilo pero que te genera un ardor constante. La piel esta sensible y ese movimiento con la gaza cuando limpia la tinta, no me gusta.

Luego la piel toma un color rojo-ardor. Ves el resultado con cariño y emoción. Agradeces y prometes que volverás por otro. El artista contesta convencido “Yo sé que vas a volver”. Luego vienen las recomendaciones: “báñate con agua fría, no tomes licor, no comas cosas que te irriten” Después de una pausa, como de suspenso, continúa, “o, puedes comprar un papel especial que cubre el tatuaje durante ocho a diez días para que lo proteja y puedas tener una vida normal”.

Salgo del lugar como nueva, como si todos supieran lo que acabo de hacer. Lo miro, lo muestro con orgullo y después de unos meses, lo olvido, porque ya hace parte de mi, como el cabello o las uñas. Y de repente, ya estoy pensando en el siguiente.

Tatuarme es el homenaje que le hago a las personas que amo, es identidad, aunque sepas que muchas personas se han tatuado tu dibujo, (ya sea porque lo viste en redes sociales o porque te haces el mismo dibujo con alguien especial, en mi caso, con mi hermana y mi sobrina), es una seña que te diferencia de otras personas, pero sobre todo, es tu historia.

Según la revista Diners, en un artículo publicado el 18 de mayo de 2018, a Colombia llegó el tatuaje gracias a Leonardo Ríos, quien abrió Leos Tattoos Studio, en Cali a comienzos de los años ochentas. “El caleño Leonardo Ríos (1940-2009), se fue a vivir a Estados Unidos durante la década de 1960, época en la que el tatuaje crecía como expresión artística de la mano del movimiento hippie. “Leo aprendió a tatuar y regresó a Cali para montar su propio estudio, tuvo que ir y venir varias veces porque el negocio no funcionó, era muy complicado. Si aún existen tabús, en esa época más”, explica desde Estados Unidos Mirella Valencia, esposa y aprendiz de Leo” Y es que actualmente en Colombia este arte es criticado por algunas personas, (están en su derecho de que no les guste pintar su piel) aunque también, ha crecido la oferta de lugares para tatuarse.

Recuerdo que finalizando una clase, un estudiante se me acercó y me dijo que no encontraba aun el gusto por la carrera. Hablamos un buen rato y noté que era creativo y cuando le gustaba algo, lo hacía con disciplina y exigencia. Después de algunos meses me volvió a buscar y me contó que le estaban enseñando a tatuar. Me mostró algunos dibujos que hacía en un cuaderno y realmente tenía talento para dibujar, (aunque claramente es diferente dibujar en papel a dibujar en la piel de una persona, requiere de técnica, no solo de pasión) Lo cierto es que se dedicó a aprender y practicar. Tatuó a varios compañeros y amigas de la universidad y ahora ese es su estilo de vida. Armó en su apartamento un estudio y atiende (como la mayoría de artistas) con cita previa. Se debe enviar el dibujo y decir el lugar del cuerpo donde se quiere tatuar, luego pagar el abono y concretar la fecha y hora.

En las redes se pueden encontrar diferentes ofertas de tatuadores y tatuadoras. Suben fotografías de sus trabajos y tienen atención personalizada. Mis primeros tatuajes los hice en lugares recomendados por otras personas que se habían tatuado allí. Una de mis historias en la piel, la hizo un joven que había tatuado a mi hijo. Recuerdo que a los pocos días viajaría a un evento en Miami y estaba programando otro en Ámsterdam. Y es que según la Revista Diners: “Las grandes ciudades europeas tienen sus propios festivales de tatuajes, eso ha ayudado a acercar y normalizar esta cultura entre la gente, y fue precisamente en eso en lo que se fijó el actual presidente de la Asociación Colombiana de Tatuadores, Alejandro Páez. “¿Por qué en otros lados hay convenciones de tatuadores y aquí no?”, se preguntó en 2007 y se puso en la tarea de realizar la primera convención de tatuadores del país. “La hice en el centro, en un lugar que se llamaba Nutabes; había muchas ganas, éramos pocos y los tatuadores teníamos hambre de mostrarnos en aquel entonces”, dice”.

Estos eventos permiten, no solo que presenten sus trabajos, sino que conozcan de la última tecnología para facilitar el trabajo, luces, trípodes, máquinas para tatuar, tintas, agujas, entre otros elementos esenciales para mejorar la calidad del dibujo y la experiencia del usuario. Se realizan festivales y Expo tatuaje en ciudades como Medellín, Bogotá, Ecuador, Monterrey, entre otros.

Se sabe que los inicios fueron hace siglos, cuando encontraron una momia que tenía tatuado el brazo, la rodilla y luego encontraron otras con tatuajes en la cara, brazos y espalda en los cementerios de China, según el portal Mas Tatuajes: “Algunas momias datan del 2100 a. C., mientras que otras son considerablemente más jóvenes, datan de alrededor del 550 a. Dentro de las antiguas prácticas chinas, el tatuaje se consideraba bárbaro y estaba muy estigmatizado”. Pero las más conocidas según la página web Joya Energy: “Los antiguos pobladores de la Polinesia fueron uno de las primeros pueblos que comenzaron con la tradición actual de grabarse diseños con significados en la piel. Los hombres nativos de esa región se tatuaban el cuerpo hasta no dejar ni un centímetro de piel virgen”. Eran el lienzo para transmitir conocimiento. Ellos no tatúan con una copia del dibujo y siguen las líneas, escuchan, conversan y finalmente dejan la interpretación en la piel, sin ningún croquis, sin ninguna ayuda, solo su creatividad.

Algunas personas se tatúan porque esta de moda, porque es sexi, porque quieren llamar la atención. Puedo asegurar que todas las personas que deciden tatuarse tienen una historia qué contar con cada tatuaje, ese dibujo les recuerda algo, tiene un sentido personal y por supuesto, no necesariamente lo tienen que aceptar los otros. Para mi, ha sido la historia de lo que soy y lo que he vivido, y aun no termino, es decir, que me esperan más tatuajes en mi lado izquierdo del cuerpo.

¿Contarías historias en tu piel? Cuéntame en los comentarios.

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