Era viernes y enero estaba más frío que todos los años anteriores. Bogotá me aceptaba como turista porque debía buscar una dirección: Cra. 13 # 36 – 37; sí, soy bogotana, pero no conozco todo, voy poco a poco descubriendo lugares, en donde pueda aprender, como La Casa de la Paz – La Trocha. , una propuesta interesante que conocí gracias a mi amiga Alejandra, quien visitó el lugar por cuestiones laborales y le gustó mucho la propuesta.
A las tres de la tarde llegué a la casa y estaba cerrada. Mientras esperaba a Alejandra, me di cuenta que un grupo de jóvenes abrieron la reja despacio y timbraron. La puerta de vidrio pesada se abrió y los recibieron con una sonrisa, luego volvieron a cerrar. Después de unos minutos llegó una camioneta pequeña que traía algunas cajas y un joven de la casa dejó las puertas abiertas para comenzar a entrar las cajas. Mientras sucedía esto, una pareja preguntó si podían entrar y el joven amable los invitó a seguir.
Después de quince minutos llegó mi amiga y ya habían descargado todo de la camioneta y las puertas volvieron a su estado inicial. Timbramos y nos abrieron como si estuviéramos en nuestra casa o como si estuviéramos visitando a un amigo. Nos invitaron a seguir. Desde que entré vi un escenario cálido. Estaba con poca iluminación, lo que le daba un toque de suspenso al lugar. Alejandra me invitó a recorrer la casa sin ninguna timidez. Vi afiches que alguna vez había visto en las paredes de la ciudad. Cuando subimos las escaleras amplias y en madera, nos sonrió una joven, y preguntó si estábamos allí por el recorrido que iniciaría a las cinco. Nos inscribimos por la página de Instagram de ellos y mientras se llegaba la hora, continuamos con nuestro propio recorrido. Luego, esperando a que fueran las cinco, pedimos una cerveza Amazona y otra Coromoro, esta última fue premiada como la mejor cerveza artesanal, nos tomamos algunas fotografías para el recuerdo y para subir en redes y Aleja, me contó que en el trabajo donde estaba, los habían invitado a cerrar el año en aquel lugar. Parte de la memoria de nuestro país esta ahí.
Seguían llegando personas, grupos grandes y pequeños y escuché la voz sonora y amable de Doris Suárez, una de las promotoras de esta iniciativa, contándonos que la cerveza que vendían allí, era una de las mejores, porque tenía ingredientes únicos y naturales. Ella tiene toda la razón, es una de las cervezas artesanales más ricas que he probado.
Comenzó el recorrido con el saludo de una joven, quien nos dijo que en el salón donde nos encontrábamos lo habían llamado: El salón de las mariposas. En el techo colgaban mariposas hechas en tela, cada una con el nombre y apellido de uno de los firmantes de la paz que habían sido asesinados, habían más o menos 280 mariposas en el salón. También había un espacio para unas fotografías, pegadas en las paredes. Esta fue una donación de Alexa, la excombatiente de las FARC que se dedicó a registrar la cotidianidad del grupo. En el mismo lugar había un espacio para la biblioteca, cualquier persona podía tomar un libro, (todos relacionados con el proceso de paz en Colombia) y leerlo mientras disfrutaba de un delicioso café o de una cerveza.
La idea de crear una cerveza artesanal de calidad se le ocurrió a un grupo de diez personas en el 2016 después de la firma del acuerdo de paz. Con el dinero que les dejó el acuerdo por reincorporarse a la vida civil, comenzaron con la producción y distribución a diferentes locales de la ciudad. Luego de la pandemia, pensaron en tener su propio lugar para venderla y fue en el mes de febrero del 2020 que se inauguró La Casa de la Paz, en espacio para contar historias, escuchar y dejar memoria.
En una entrevista que le hicieron el 11 de junio del año 2021 El Canal Institucional, a Doris, ella explicó la razón del nombre de la casa: La Trocha: “las trochas son esos caminos abruptos que se abren a machete, cierto, pero que también se cierran si la gente no los transita” y Alexander Monroy, otro de los pioneros de esta idea, comenta que el eslogan de la cerveza artesanal La Trocha es “tomando el camino de la paz”.
El recorrido continúo con la invitación a ver y comprar los productos que venden otros excombatientes, como café, vino de naranja y chocolate. También pueden encontrar busos y camisetas. En ese espacio también hay un rincón para donar libros, éstos los llevan a bibliotecas públicas y colegios de Ciudad Bolívar. También tienen librería, pueden encontrar títulos con el tema de La Paz.
En el patio de la casa esta el escenario. Un lugar con grafitis hermosos, sonido y una tarima para escuchar poemas, escuchar presentaciones de grupos musicales y karaoke (la programación la pueden encontrar en la página de Instagram o Facebook).
En el segundo piso nos encontramos con Virgelina Chará. Tejedora y víctima del conflicto. Subía con unas provocativas arepas de huevo (que también venden en el lugar) y nos saludó con alegría. Esta mujer, junto a otras más, han tejido como símbolo de paz y reconciliación. Tiene un espacio llamado Unión de Costurero, ahí hacen estampados tejidos a mano en camisetas, cosmetiqueras, busos y otros productos que venden. También producen su propia miel y al igual que sus diseños, también están a la venta.
Manifiesta, también tiene un espacio en este piso. Ropa diseñada y construida por firmantes de la paz. Diseños hermosos de vestidos, pantalones y abrigos, para clima cálido, así como morrales y botas para exploradores, un espacio lleno de color y variedad, en donde seguro se van a antojar para comprar algo.
Luego subimos al tercer piso, que está dedicado a las exposiciones artísticas. Nos contaban que hace unos meses presentaron la exposición de tejedoras. Nosotras nos encontramos con una exposición sobre el Paro Nacional. Dibujos, grafitis, altares en honor a los muertos, un lugar para no olvidar lo sucedido en el paro del 2021. Pero a partir de febrero tendrán una exposición nueva.
El recorrido finalizó y bajamos a probar otros sabores: Churuka y Chami, mientras conversamos sobre el lugar, nuestras familias y la importancia de que estos espacios sean conocidos y visitados. Nos llevamos unas cervezas para la casa y nos despedimos con la idea de volver, sin duda hay mucho por aprender en este lugar.
Un lugar de reconciliación, emprendimiento y paz.
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