Entramos a la cabina de radio a ensayar. Estábamos emocionadas porque hablaríamos sobre escritoras y el micrófono era ajeno a nosotras. Siete micrófonos, una mesa en u en madera, las paredes cubiertas de espuma gris, una ventana gruesa que nos dejaba ver al master y un aviso que se encendía cuando íbamos a comenzar, mientras sentíamos nuestras manos humedecer. El corazón latía rápido, más de lo normal. El aviso AL-AIRE encendido y nadie hablaba. Pensé que había cometido un error. No estábamos listas para este nuevo reto.

Pero cuando se escuchó una voz frágil, que tímidamente nos saludaba y le daba paso a Danna Paola para que hablara, como cuando de pequeñas en el colegio jugábamos al tingo y al tango y pasábamos la pelota esperando a que otro quedara para la penitencia. La voz de Danna, nos hizo tener confianza. Una costeña jovial nos saludaba y como si no sintiera los mismos nervios que nosotras, se apoderó del micrófono y nos envolvió con su lectura:

“Claro que sí, tal cual como lo acaba de decir aquí Catalina, este pequeño fragmento que les voy a leer es de uno de mis libros favoritos. 

“Regreso nuevamente al escritorio frente a la ventana, abro el computador y empiezo a escribir, cómo lo hago todos los días, pero esta vez es un correo de Sara Mora para Tomás Quijano. Su escrito me ha devuelto la libertad, ahora tengo una historia que es la suya, pero también mía, por la cual estaré siempre agradecida. Le suplico no volver a vernos o hablarnos, es hora para los dos de poner un punto final. Una cosa más, no me llamo Sara”

Este es un fragmento de la historia Del fuego, el humo, de una de mis escritoras favoritas Carolina María Rudas, que por cierto es colombiana. A todos los oyentes y pues mis compañeros aquí presentes les recomiendo este libro, es increíble su trama sus personajes. Leerles solo una parte, tiene la idea de motivarlos a leerlo, los invito a que conozcan esta historia y a su escritora”.

Cuando escuché ese nombre, una sonrisa se asomó tímida, mientras la escuchaba. Hace algunos días, en mi cabeza rondaba la idea de comprarme el libro Del Fuego, El Humo; un texto que había compartido en algunas clases de la Maestría mi compañera Carolina, a quien sigo de cerca en su red social Facebook. Porque justo, esa semana estuve buscando en Panamericana entre los anaqueles y las novedades mi libro, sin tener un resultado positivo, pero vi el libro de Carolina Rudas Gómez, expuesto en lo alto de una pared cerca al ventanal del local del Centro Comercial Titán Plaza. Me dije: “debo comprarlo”. Salí apurada a continuar con mis vueltas de bancos y cuando llegué a casa lo busqué por Internet, sin pensarlo dos veces lo compré y llegó hace unos días a casa. Hice un video y lo subí a TikTok sobre la impresión que me dio tenerlo por fin conmigo, después de diez años de saber algo de su historia.

En clase Carolina iluminaba. Sus aportes eran siempre certeros y yo adoraba escuchar su voz narrando los ejercicios que realizaba en cada clase. Yo trabajaba en Soacha y no podía compartir mucho tiempo con mis compañeras de la Maestría, iba a clase y salía corriendo a mi trabajo. Fue muy poco lo que compartí con ella. Sabía que era profe de danza, alguna vez me invitó a tomar una clase con ella. Luego llegó el grado y nunca más la volví a ver. Leía con emoción, como en clases, los textos que escribía en Facebook, narra pequeñas anécdotas que le pasan en su cotidianidad y yo no me las pierdo. 

Danna confesó que Del fuego, el humo, fue el primer libro que leyó. Su profesora de español del colegio les propuso esa lectura y también invitó a Carolina a que conversara con los estudiantes por video llamada, desafortunadamente Danna, no pudo estar y no le hizo las preguntas que tenía sobre la historia, se arrepiente de no haberse conectado ese día.

Terminé de leer el libro. Lo comencé el 9 de marzo y tres días después cerré la última página. Creo en las conexiones. Sé que la voz de Danna diciendo que su libro favorito y su escritora favorita era la misma persona con la que había compartido charlas de Juan Diego Mejía, Martha Orrantía, Roberto Rubiano, Julio Paredes, Azriel Bibliowicz y los escritores invitados: Piedad Bonnett, Ricardo Silva Romero, Juan Gabriel Vásquez, Gonzalo Mallarino Florez, Miguel Torres, entre otros, en los salones de la Nacional. Sentí orgullo del trabajo que realizó Carolina y cómo trascendió en una estudiante de Comunicación Social Periodismo del Centro Educativo Soacha Uniminuto, que la recuerda con admiración y que su obra, logró impactar en su vida, tanto así, que la motivó a seguir leyendo y que ahora recomienda la historia en un programa de radio.

Sobre Del Fuego, el humo

Sara vivió un episodio traumático con su familia en “La Finca” esto la lleva a vivir escenas similares al otro lado del mundo. Luego esta quien la ayuda a construir su historia, con un trabajo de investigación profesional, hasta el punto de visitar los lugares en donde ella estuvo y ayudándose con unos correos electrónicos que ella le enviaba a su familia. El humo esta presente en toda la historia y el fuego es un protagonista doloroso. Narrada a varias voces, usa la segunda persona en casi todo el libro, una inusual voz en las narraciones de ficción y no ficción.

Los dejo con la sinopsis del libro para que se animen a leerlo (la editorial sacó una nueva edición y esta preciosa):

“En Nueva York se cruzan los destinos de dos exiliados colombianos con historias muy disímiles pero igualmente dramáticas; de este contacto y con la vida de estos protagonistas como fondo, se descubre la cruda realidad de una nación lejana y la psicología de variados personajes inmersos en una lucha que parece nunca acabar”

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